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¿Quién era Alberdi y por qué Milei se identifica tanto con él?

El historiador Maximiliano Molocznik, autor del libro “Alberdi, ese desconocido”, pasó por La Columna Vertebral para referirse a la figura de quien define como “el pensador más importante de Argentina en el siglo XIX” y referente del presidente electo Javier Milei.

LCV: ¿Quién era Alberdi? Porque Alberdi nace además en un momento impresionante de la historia de la Argentina. Nace en agosto de 1810.

—Sí, Alberdi es un hombre que nace con la patria, como vos decís, en 1810. Pertenece a una familia no encumbrada, pero una familia que tiene cierta ubicación en las acciones políticas de su provincia natal. Es una familia que va a tener participación en algunas actividades relacionadas con el Congreso de Tucumán, por ejemplo; el hermano de Alberdi va a tener mucha relación con el caudillo Alejandro Heredia. O sea, que es una familia con un linaje político y con una sociabilidad importante para lo que era una situación de provincias en aquel entonces. Alberdi llega muy joven a Buenos Aires, llega en 1824, para hacer sus estudios secundarios en el Colegio de Ciencias Morales de Rivadavia, a partir de una beca que obtiene en un viaje tremendo, en una en una carreta tirada por bueyes, y un poco queda deslumbrado por los fastos de la ciudad liberal y cosmopolita.

A partir de ahí se va a ir integrando, de a poquito. Primero concluye sus estudios secundarios, si bien los abandona durante un tiempo porque la disciplina del Colegio de Ciencias Morales era bastante espartana y él era un espíritu bastante libre y eso le generó un primer choque importante entre su cosmovisión de libre pensador, juvenil, adolescente, que ya lo era en sus primeros años, aunque todavía no se traslucía en sus obras, y una disciplina muy monacal que no iba con su personalidad. Entonces, él abandona los estudios secundarios, trabaja un tiempo como empleado de una tienda, hasta que la familia de Miguel Cané, que es otra familia importante de la ciudad porteña cosmopolita, lo recoge como un integrado en la familia Cané y va a vivir a la casa de Miguel Cané cuando está por cerrar el colegio este. Y a partir de esa socialización política se integra despacito en los núcleos liberales de la década de 1830, que son fundamentalmente antirosistas.

LCV: Él comienza a ser perseguido además por el rosismo o por quienes eran seguidores de Rosas, pero junto a Esteban Echeverría y José María Gutiérrez, en la Asociación de la Joven Generación Argentina.

—Claro, de hecho era muy amigo de Esteban Echeverría. Bueno, ubiquemos también al personaje. Estamos hablando de un muchachito de provincias de veintipico de años que en realidad, si bien tiene inquietudes intelectuales, como todo muchacho de 20 años, lo que le gusta hacer es participar en las tertulias, en las tenidas de la ciudad. Es un gran bailarín, es un muchacho de modales muy finos. Es un dandy. Y aparte pasa muchos de esos primeros años de su estadía porteña, prácticamente más dedicado a las aventuras galantes que a la formación académica. Si uno va explorando un poco lo que es la vida personal de Alberdi, que es muy terrible, déjame decirte, porque Alberdi ha vivido una soledad, muchas veces por decisión propia y otras por imperio de las circunstancias, que han hecho de él un hombre bastante desdichado en términos personales. No ha sido un hombre muy feliz, ha tenido muy pocos momentos de felicidad en su vida.

LCV: ¿Logró formar una familia? 

—No, fue siempre soltero, toda la vida.

LCV: ¿En eso también se referenciará a Milei?

—Bueno, eso ya es una cuestión para los psiquiatras, para los psicoanalistas. Yo soy apenas un historiador, no me animaría a firmarlo de esa manera, pero evidentemente debe haber algún grado de empatía entre las psiquis a partir de esta decisión. Lo que pasa es que Alberdi lo hace explícito. Él dice que está demasiado ocupado con labores intelectuales como para asumir el compromiso de sostener una familia. Lo escribe y confiesa muchas de estas cosas en sus últimos escritos, que son los escritos póstumos, que justamente son los escritos más interesantes de Alberdi, porque es donde aparece el hombre detrás del intelectual. Esta figura extraordinaria del intelectual, pues yo estoy convencido que Alberdi es el mayor intelectual argentino del siglo XIX, sin dudas.

LCV: Acá quiero hacer un punto. El mayor intelectual de un periodo en la Argentina, decís.

—Sí, yo pienso que sí. Yo pienso que es la cabeza más ilustre que ha tenido el pensamiento político argentino en el siglo XIX.

LCV: Vuelvo a caer, entonces, en este amor que tiene Milei, que dice que se siente completamente emparentado. Entonces, más allá de las consideraciones psicológicas, ¿qué es lo que levanta de un tipo que se expresa como Milei en la arena política y en la arena pública, que es un techado de discriminaciones y de situaciones bastante duras, algunas en el borde de lo burdo, con una cabeza como la que vos estás describiendo? Digo, ayúdame a pensarlo.

—Es interesante tu pregunta. Yo creo que tiene aristas múltiples. Yo por lo pronto tengo la impresión, escuchándolo a Milei, que él ha estudiado solamente historia mitrista. Esa es la primera impresión que tengo analizando las cosas que ha dicho referidas a la figura de Alberdi. Porque que un dirigente político, en este caso un presidente electo, construya un relato legitimado del pasado como una especie de traje a medida para legitimar sus acciones en el tiempo presente, no es desconocido porque no es el primer caso. Otros lo han hecho. O sea que Milei no va a ser ni el primero ni el último que va a intentar hacer ese tipo de apropiación del pasado para que le sirva como escudo legitimante para las acciones del presente.

Lo que es preocupante es el nivel de desinformación y en algunos casos las omisiones flagrantes en la que cae el presidente electo cuando intenta construir ese relato legitimado. Por ejemplo, básicamente pensar que el Alberdi de 1830, que es este joven del que estábamos hablando, es el Alberdi de 1860, que es el momento donde Milei pone el origen del gran proyecto liberal argentino que llevó, según él, a Argentina a transformarse en 35 años en una potencia mundial y que después fue destruida por los embates del populismo criminal y asesino, primero del yrigoyenismo y después del peronismo.

LCV: ¿Quién dice eso del populismo?

—Eso agrego yo por las mías. Yo creo que él construye un relato ignorando hechos básicos de la historia, porque el Alberdi de 1860 es el Alberdi que considera que Mitre y Sarmiento son los liberales que han asesinado la libertad, por ejemplo. El Alberdi de 1860 es uno que está en un proceso fantástico de evolución de su pensamiento y ha dejado atrás a este joven liberal antirosista de la década del ‘30 al que hacíamos referencia a la primera parte, y ya está camino a transformarse en un auténtico pensador nacional. Un hombre que está tomando dimensión de la importancia que ha adquirido lo que él llama la provincia metrópoli, esa Ciudad de Buenos Aires con ese puerto monopólico que puede estar en manos de Rosas o puede estar en manos de Mitre, es lo mismo.

Es un puerto monopólico que no distribuye las rentas de la aduana hacia las provincias interiores, que las asfixia, que les quita instrumental para desarrollarse materialmente. Es el Alberdi que empieza a pensar que los caudillos no son la barbarie, sino que son la expresión de los pueblos en armas que buscan líderes democráticos que puedan superar la degradación material y moral a las que han sido sometidos. Es el Alberdi que va a publicar un libro magnífico que se llama Grandes y pequeños hombres del plata. Te hablo todo en la década del ‘60.

LCV: Alberdi redacta un texto reconociendo que la riqueza es un medio no un fin y que debe ser bien distribuida porque solo así es nacional. Esto lo pongo en boca de los populistas como dice Milei y la verdad que le calza el traje perfectamente.

—Le calza porque en realidad hay un Alberdi que reflexiona en estos términos que vos estás mencionando, que tiene una mirada latinoamericana de avanzada. No te olvides que Alberdi cuando vuelve de su viaje a Europa una vez que se va de Montevideo, se instala en Chile, donde va a revalidar su título de abogado y va a hacer una carrera muy importante como jurista. En ese momento en su estadía chilena es donde va a escribir artículos como los que vos has mencionado, mostrando todas las precauciones que deben tener los latinoamericanos sobre la emergencia del poder norteamericano, sino que une inclusive va más lejos y escribe un libro magnífico que se llama sobre la conveniencia y los objetos de la reunión de un congreso americano, donde él solamente hace una reivindicación de San Martín por supuesto, como argentino él lo había conocido en persona a San Martín, sino también de Bolívar, una cosa que resultó absolutamente indigesta para Mitre, que se había pasado años y años denostando la figura del libertador del norte. 

LCV: Será por eso que no le admiten en 1879 que pueda asumir la diputación nacional y esto lo coloca en una depresión bastante importante?

—Algo de eso hay porque la campaña de odio generada por el mitrismo  fue tremenda. Vos pensa que Alberti ya vuelve siendo un hombre enfermo. Él está enfermo ya antes de partir desde Francia a su retorno, luego de 41 años de exilio infringido por las acciones políticas de Mitre primero y de Sarmiento después, porque él se ve obligado a exiliarse y puede volver recién en el 79. A pesar de que vuelve como un argentino ilustre y con enormes apoyos de las provincias y votado por unanimidad como diputado por Tucumán el diario la nación se encarga sistemáticamente de fustigarlo, a tal punto que yo en mi libro hice un pequeño racconto de la campaña furibunda que hoy llamaríamos carpetazos.

Fue una campaña feroz durante semanas en el cual hasta Mitre se tomó el trabajo de publicar una carta que el joven Alberdi le había mandado con 23 años a Vicente López donde cometía el error de escribir maceta con z. Alberdi es un hombre mayor que está enfermo y se pregunta a sí mismo cómo es posible que el General Mitre que se pasó la vida hablando de una política de principios haya guardado la carta que escribió un hombre de 23 años para humillar a un anciano enfermo.

LCV: ¿En Milei hay un desconocimiento del personaje o efectivamente hay un punto de contacto entre esa intelectualidad y la de Milei?

—Yo no quisiera catalogar al presidente como un ignorante porque sería tal vez un despropósito de mi parte. Por eso tiendo a pensar que se ha enamorado del Alberdi joven, aquel joven liberal de la década del ‘30, y que nunca ha profundizado en el estudio ni en la figura de Alberdi, porque si lo hubiera hecho se hubiera encontrado con un personaje que si bien nunca renegó de lo que fue, fue evolucionando con su pensamiento hasta transformarse en un auténtico forjador de la conciencia nacional y diría latinoamericana si me apuras un poquito también. Así que yo creo que es un poco de las cosas.

Hay una especie de enamoramiento con el joven Alberdi que es en definitiva el que el mitrismo ha levantado. Es el Alberdi que se conoce en las escuelas secundarias, en los institutos de formación docente, en muchas cátedras universitarias; porque el mitrismo ha asesinado a Alberdi a los 50 años. Se han dedicado durante casi 100 años a omitir, a falsear, a ningunear, o a evitar la publicación y la republicación de todos los escritos de Alberdi posteriores al año 1860.

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Abrió la Feria del Libro y se transformó en tribuna de resistencia

En un durísimo discurso de apertura de esta nueva edición de La Feria del Libro, Alejandro Vaccaro, presidente de la fundación organizadora, señaló: “Concurrir a la Feria este año representa un acto de rebeldía y resistencia. Como nunca este espacio cultural, activo, será el eje central alrededor del cuál girará el repudio de todas las fuerzas culturales a las políticas desbastadoras que propone este gobierno”. Luego de explicar que el gobierno este año había quitado todo tipo de financiación para realizar uno de los encuentros culturales más destacados del continente -que lejos está de considerarse un ámbito de izquierdas- Vaccaro arremetió directamente contra el presidente Milei: “Luego de despreciar nuestra feria, no se sonroja y pide participar en este espacio, cuya presencia está prevista para el próximo domingo 12 de mayo en la pista central de La Rural. Señor presidente, se lo digo con una mano en el corazón, no hay plata”, ironizó para agregar que todas las erogaciones que impliquen su presencia en el predio correrán por parte del gobierno.

Pero no fue el único en poner ‘los puntos sobre las íes’ en una semana en la que una marcha de centenares de miles de personas cubrió las calles del país en defensa de la educación, la ciencia y la cultura.

En su discurso inaugural , la escritora Liliana Heker, desarrolló una tesis sobre la relación entre literatura, cultura y represión; lectura y pensamiento crítico. Destacamos dos fragmentos clarificadores:

La escritora Liliana Heker fue elegida por la Fundación el Libro para dar el discurso inaugural de su 48 edición

“¿Por qué esta intención manifiesta, por parte del gobierno, de menoscabar o suprimir toda institución o medio de comunicación que favorezca o divulgue el conocimiento, el desarrollo científico, la creación artística y la formación universitaria? Un intento de explicación que circuló cuando empezó a conocerse parte de estas medidas fue que habrían sido propuestas como una forma de distracción; para que pasaran a segundo plano otras medidas más pesadas, como podría ser la venta de nuestras riquezas naturales y empresas estatales, o la destrucción de la industria nacional y de las pymes en favor de los grandes monopolios. Sin duda una explicación tan ingenua solo podía estar provocada por la perplejidad inicial. O tal vez fue una manera de eludir toda asociación con la frase tan temible que se le atribuye a Joseph Goebbels“Cuando escucho la palabra ‘cultura’ desenfundo la pistola”.

“Y ya que utilicé un verbo tan borgeano como “conjeturar” voy a recurrir a Borges para tratar de explicarme. En su asombrosa y desopilante nota “El arte de injuriar” reproduce este episodio citado por de Quincey: “A un caballero, en una discusión teológica o literaria, le arrojaron en la cara un vaso de vino. El agredido no se inmutó y dijo al ofensor: ‘Esto, señor, es una digresión, espero su argumento’”. Saber leer, creo, es advertir que, pese a lo extravagante del impacto, un vaso de vino en la cara carece de argumento. Y, para el estilo de comunicación que viene eligiendo el gobierno, implica una posibilidad riesgosa: que se advierta la falta o la falla de los argumentos. Si cada argentino tuviera la capacidad de saber leer –si contara con los elementos para adquirirla- ¿qué pasaría con los pronunciamientos o exabruptos que se suelen lanzar? ¿Estarían en riesgo de perder su eficacia?”

DISCURSO COMPLETO DE LILIANA HEKER

Quiero celebrar de manera muy especial esta Feria y, en particular, al objeto impar que la convoca: el libro. En cierto modo, siento algo similar a lo que, medio siglo atrás, experimenté en mi primera feria. Y no se preocupen por hacer cuentas: tengo muy claro que esta, tal como se la conoce nacional e internacionalmente, es la Feria del Libro Número 48. Pero les cuento a quienes no lo vivieron que hubo ensayos anteriores – lo investigué hace poco para apuntalar mi recuerdo—, ferias más o menos callejeras organizadas por la Sociedad Argentina de Escritores. Esa de hace medio siglo fue para mi historia personal una Feria del Libro con todas las de la ley y la viví con una intensidad irrepetible. Me recuerdo, radiante de felicidad, recorriendo los stands junto a mucha gente que parecía tan entusiasmada como yo, y vendiendo números atrasados de El escarabajo de oro en un pequeño puesto de editores independientes que nos habían cedido un espacio, y hasta firmando a una lectora desconocida un ejemplar de mi libro Acuario, publicado gracias a ese emprendimiento cultural extraordinario que fue el Centro Editor de América Latina, arrasado pocos años después por la dictadura cívico-militar. Esa Feria fue singular para mí porque fue la primera. Y siento que esta también lo es, aunque por otros motivos.

Presumo que muchos de ustedes se estarán preguntando algo similar a lo que, durante los últimos tres meses, me estuve preguntando yo: ¿tiene sentido celebrar esta nueva emisión de la Feria del Libro en un país en el que día a día crecen la pobreza y la indigencia, hay millares de despidos sin fundamento, la salud y la educación pública están en emergencia, la obra pública fue cancelada, nuestras universidades son desfinanciadas al punto de correr el riesgo de cerrar sus puertas, la investigación científica y tecnológica y el ejercicio de la ciencia y la tecnología están siendo devastados, toda institución o medio que favorece el desarrollo y la difusión de la cultura ha sido desvirtuado o borrado, se entregan nuestras riquezas naturales y el Estado parece ausente aun en caso de epidemia? Confieso que más de una vez una noticia de último momento hizo tambalear este texto mío aun antes de que empezara a darle forma. Y sin embargo acá estoy, celebrando, como hace medio siglo en mi primera Feria, el estar rodeada de libros y de una concurrencia que, sospecho, en buena medida viene acá porque anda buscando algo preciso o tal vez difuso que espera encontrar en un libro.

Ahí está el punto: creo que el libro adquiere una significación muy especial en estos momentos. Por la inagotable diversidad de posibilidades que implica, y por ser el exponente de un amplísimo registro del conocimiento y del arte, me parece atinado instalarlo como un justo representante de todo lo que hoy es atacado en el campo de la cultura. Reivindicarlo entonces se me hace una cuestión imperiosa. Y no como autora, aunque la escritura sea el trabajo que amo: no es ese trabajo mío y privado el que corre riesgo. Aun durante la dictadura, dentro del pequeño ámbito de libertad de las cuatro paredes de mi pieza seguí escribiendo y ese trabajo y nuestra revista me sostuvieron en esa época de brutalidad inédita. Y estoy convencida de que, quienes nos dedicamos al trabajo creador, seguiremos encontrando también ahora nuevas motivaciones y nuevas formas de expresarnos y de estar presentes. Teatro Abierto fue una presencia muy fuerte durante la dictadura, y el Teatro Comunitario, una expresión luminosa en la crisis del 2001; no vamos a resignarnos al silencio, de eso no me cabe duda. Pero lo que quiero reivindicar hoy es una actividad aún más hermosa y democrática que la creación: quiero reivindicar la lectura.

En primer lugar, la lectura de ficciones, esa aventura maravillosa que algunos tuvimos la fortuna de experimentar desde chicos; la posibilidad de que se nos amplíe infinitamente el campo de nuestra experiencia, de que mundos desconocidos, o aun puramente imaginados o soñados o temidos se abran ante nosotros; de que todo sentimiento humano, por elevado o miserable que sea, -el heroísmo, el crimen, la demencia, la belleza, el dolor, la pérdida, el disparate, el absurdo, el miedo, el horror, la muerte-, se nos revelen en crudo de tal modo que nos ayudan a conocer a otros y a conocernos, a conmovernos con el dolor ajeno, a indignarnos con la injusticia y a apreciar hasta límites inesperados la belleza; a entablar, en suma, ese diálogo privado con un poema, con un cuento, con una novela, que nos permite interpretar e interpelar al texto, ambiguo e inagotable por su propia naturaleza, e ir descubriéndole sus distintas capas de significación. Y hago extensiva esta lectura múltiple a quien asiste a la puesta de una obra de teatro y a la exhibición de una obra cinematográfica, y también a quien observa una obra pictórica o una escultura o una fotografía artística. La obra de arte, en suma, nos convierte en espectadores-lectores agudos. Nos enseña y nos conmina a leer, no solo cada obra en sí; a leer cualquier dato de la realidad, por encubierto o indeseado que ese dato sea.

Y cuando hablo de leer no aludo solo a la creación ficcional o artística. El acto de leer permite un diálogo libre y personal con cada cuestión en la que un lector elige sumergirse. Me refiero a la ciencia, a la filosofía, a la historia, a las religiones, al análisis político o económico o jurídico, al humor, a la mitología, al testimonio, a la biografía. Por eso, al referirme al libro estoy aludiendo a todo el amplio arco de la cultura. Y, en particular, a una condición asociada a la lectura, e irreemplazable: saber leer.

No me refiero a “saber leer” en su significación primaria. Aunque también, ya que descifrar letras y palabras, estar alfabetizado, es la base sin la cual no se puede hablar de democracia plena. Hace muy poco, cuando se conmemoraron los cuarenta años de democracia, me pidieron una opinión al respecto. Escribí entonces: “Democracia plena, según lo entiendo, implica un pueblo soberano. Pero para que un pueblo sea realmente soberano tiene que estar en condiciones de elegir libremente, no solo a sus gobernantes, también su destino. Y para que cada uno pueda elegir su propio destino se necesita, ante todo, igualdad de oportunidades. Que cada habitante del país haya recibido y reciba una alimentación completa y nutritiva, que pueda acceder a una excelente educación en todos los niveles, que su salud esté protegida, que pueda conseguir un trabajo que cubra sus necesidades, que tenga una vivienda decente. ¿Hemos alcanzado en los últimos cuarenta años esa meta mínima? Basta mirar un poco a nuestro alrededor para saber que no. Hay mucha miseria en nuestro país, y eso implica que parte del pueblo no es soberano, que no actúa por elección sino por desesperación”."¿Por qué esta intención manifiesta, por parte del gobierno, de menoscabar o suprimir toda institución o medio de comunicación que favorezca o divulgue el conocimiento?"“¿Por qué esta intención manifiesta, por parte del gobierno, de menoscabar o suprimir toda institución o medio de comunicación que favorezca o divulgue el conocimiento?”

Creo que en esa meta mínima que señalé reside la condición imprescindible para que una persona sepa leer en el sentido amplio al que me referí hace un momento. No se trataría solo de interpretar un texto y extraer de él un conocimiento nuevo o alguna capa profunda de su significación. También de tener la capacidad de leer señales, descifrar gestos, desentrañar intenciones no evidentes, investigar datos; quien sabe leer es capaz de interpretar la realidad más allá de su apariencia más visible, o de la figura que le quieren imponer, o aun de la imagen que él mismo querría que tuviera.

Y acá voy acercándome a una cuestión que me importa indagar: por qué esta intención manifiesta, por parte del gobierno, de menoscabar o suprimir toda institución o medio de comunicación que favorezca o divulgue el conocimiento, el desarrollo científico, la creación artística y la formación universitaria. Un intento de explicación que circuló cuando empezó a conocerse parte de estas medidas fue que habrían sido propuestas como una forma de distracción; para que pasaran a segundo plano otras medidas más pesadas, como podría ser la venta de nuestras riquezas naturales y empresas estatales, o la destrucción de la industria nacional y de las pymes en favor de los grandes monopolios. Sin duda una explicación tan ingenua solo podía estar provocada por la perplejidad inicial. O tal vez fue una manera de eludir toda asociación con la frase tan temible que se le atribuye a Joseph Goebbels“Cuando escucho la palabra ‘cultura’ desenfundo la pistola”.

En cuanto al argumento que se utilizó desde distintas áreas del gobierno de que estas instituciones y medios culturales se llevaban los recursos que deberían estar destinados a los niños hambrientos, me pareció por lo menos sospechoso. Por dos motivos. El primero: con solo explorar mínimamente el modo en que se financia buena parte de estas instituciones se podría advertir que eliminarlas no va siquiera a atenuar el problema del hambre. El segundo porque, de acuerdo a las políticas que se están llevando a cabo, el hambre en sectores cada vez amplios de nuestra sociedad no parece ser una cuestión de interés para el gobierno. El haber dejado de enviar recursos para los comedores comunitarios resulta una prueba bastante nítida, aunque no es la única. A propósito: vi la interminable cola que se formó para acceder a una ración de alimentos al día siguiente de que se anunciara, de manera algo demencial, que cada necesitado debería solicitar por las suyas su ración al Ministerio de Capital Humano. Veinte cuadras tenía la cola, supe después. Y también supe que nunca se atendió a nadie. Antes de que llegara a destino el primer solicitante de la fila, la ventanilla se cerró y a otra cosa mariposa. Semejante crueldad es difícil de concebir, pero ocurrió. Y yo me pregunté: ¿cómo se puede no reaccionar ante una falta tan evidente del más mínimo respeto por un semejante? Y entendí dos cosas: Una: para la funcionaria o funcionario que ordenó cerrar la ventanilla, los que estaban haciendo esa cola no eran sus semejantes. Otra: resistirse a ver la realidad como es puede ser una salida cuando no se ve otra salida. Los que inútilmente estuvieron haciendo cola se negaban, al menos en ese momento, a ver lo que realmente acababa de pasarles.

De lo que podría desprenderse algo como esto: que los argentinos no analicemos los mensajes, que no sepamos leer, puede ser a nivel gubernamental un buen modo de evitarse problemas. Y sugiere una explicación probable para el ataque que se viene haciendo a toda institución o medio que favorezca el aprendizaje, el conocimiento, la reflexión, y la actividad cultural en general. El objetivo de ese ataque, conjeturé, sería reducir al máximo el número de los que saben leer: apocar, diríamos, al adversario potencial.

Y ya que utilicé un verbo tan borgeano como “conjeturar” voy a recurrir a Borges para tratar de explicarme. En su asombrosa y desopilante nota “El arte de injuriar” reproduce este episodio citado por de Quincey: “A un caballero, en una discusión teológica o literaria, le arrojaron en la cara un vaso de vino. El agredido no se inmutó y dijo al ofensor: ‘Esto, señor, es una digresión, espero su argumento’”. Saber leer, creo, es advertir que, pese a lo extravagante del impacto, un vaso de vino en la cara carece de argumento. Y, para el estilo de comunicación que viene eligiendo el gobierno, implica una posibilidad riesgosa: que se advierta la falta o la falla de los argumentos. Si cada argentino tuviera la capacidad de saber leer –si contara con los elementos para adquirirla- ¿qué pasaría con los pronunciamientos o exabruptos que se suelen lanzar? ¿Estarían en riesgo de perder su eficacia?

Como anticipo pongo un ejemplo: las dos promesas de un bienestar inefable que nos va a compensar de lo mal que lo estamos pasando en la actualidad. La primera: dentro de treinta y cinco años este va a ser un país poderoso; la segunda: Argentina va a volver a ser ese gran país que fue a comienzos del siglo veinte. En cuanto a la primera promesa, el aparente rigor científico que confiere una cifra tan exacta lleva a preguntarse: ¿dónde están los estudios que explican por qué vamos a alcanzar ese estado de bienestar exactamente dentro de treinta y cinco años? Dejando de lado que como consuelo es un poco pobre ya que buena parte de los beneficiarios vamos a estar muertos: de vejez, de hambre, o por falta de medicamentos, lo de los treinta y cinco años me trae a la memoria una expresión que se usaba cuando yo era chica: el año verde. Cuando alguien trataba de acallar algún reclamo nuestro prometiéndonos que lo deseado iba a ocurrir, pero en un futuro que veíamos altamente improbable, decíamos: Sí, esto va a pasar el año verde.

En cuanto a la segunda promesa: llegar a ser tan prósperos como un siglo y pico atrás, dejando de lado que, ya de por sí, un retroceso histórico de más de un siglo parece un poco dudoso como ideal, me gustaría saber si quienes se dejaron seducir por esa promesa de prosperidad se preguntaron cómo era realmente el país a comienzos del siglo veinte. ¿Tienen alguna idea de que en esa época había un grupo minoritario al que la sabiduría popular denominó “los de la vaca atada” porque viajaban habitualmente a Europa, y con su propia vaca para que, a sus niños, en el barco, no les faltara la saludable leche nacional, mientras que, en general, el pueblo se moría de hambre? Creo de verdad que quienes promocionan esa meta de retroceder al año 1900 no mienten cuando dicen que ese es el país al que aspiran, pero fuera de estos nuevos representantes de la vaca atada, ¿serán muchos los que quieren vivir según ese modelo? ¿O simplemente no creyeron necesario, o no tuvieron los recursos, para indagar en su significado?

Es razonable suponer que sería la confianza en que, por razones diversas, un buen número de argentinos no analiza los mensajes lo que le permite al gobierno largar al ruedo cifras inverificables: una hipotética futura inflación del 15.000 por ciento, pongamos por caso, que no se explica cómo ni cuándo se habría alcanzado pero que –se nos comunica con alegría—no vamos a alcanzar gracias a un plan económico exitoso: celebremos. “La gente está contenta”, le escuché decir al ministro de economía y me pregunté: ¿de qué gente está hablando? ¿Con qué elementos construyó una generalización tan categórica? ¿Caminó alguna vez por la calle?, ¿vio a los que duermen en las veredas?, ¿trató al menos de imaginarse la desesperación de alguien que va a un comedor comunitario para calmar su hambre y ni siquiera allá encuentra comida? ¿Habló con alguno de los que, sin justificación, acaba de ser despedido? ¿O simplemente la frase le pareció simpática y la largó sin mucho problema? Debo decir que en algunos casos la irresponsabilidad verbal es tan desembozada que más bien se parece a un chiste: es el caso del vocero presidencial cuando aclaró que no era cierto que a los jubilados un aumento prometido se les iba a pagar en dos cuotas; no: simplemente se lo haría “en dos momentos distintos”.

Si a esta pequeña antología de sinsentidos se le suman ciertos exabruptos al estilo de “El Estado es una organización criminal” o “La justicia social es un concepto aberrante”, se podrá sospechar que muy difícilmente el discurso –o no-discurso— oficial resistiría una lectura mínimamente atenta. En cuanto a la crueldad manifiesta que puede advertirse, por ejemplo, en la explicación de la canciller: ya que los jubilados se van a morir, qué sentido tendría darles préstamos; o en el razonamiento de un diputado: si un padre necesita a su hijo en el taller, es libre de no mandarlo a la escuela; pienso que para entender lo inhumano de estas “propuestas” basta con una mínima sensibilidad ante el sufrimiento, la injusticia y la impiedad.

¿Cómo protegerse de cuestionamientos que parecen casi inevitables? Un camino sería cercenar las posibilidades de acceso a una lectura analítica o sensible de la realidad y, si fuera factible, a la lectura en general. No conocer la historia, no tener elementos para cotejar el contexto actual con otros contextos o para delinear un futuro deseado. Una “sorpresa” del doctor Martín Menem ilustra con bastante nitidez esta intención. Después de la manifestación multitudinaria del 24 de marzo dijo con cierta alarma que no se explicaba el motivo por el cual habían asistido jóvenes de dieciocho años a esa manifestación ¿Cómo?, parece expresar con su perplejidad, ¿así que hay jóvenes enterados de que ese día hubo un golpe cívico-militar que instauró un régimen que asesinó, torturó, hizo desaparecer a 30000 personas entre quienes había viejos, adolescentes, monjas, curas, y que además robó bebes recién nacidos?

Y al parecer no solo están enterados, doctor Menem; hasta dio la impresión de que les importan esos crímenes, que tienen la capacidad de entenderlos en carne propia, que saben que hubo mujeres heroicas que hicieron historia luchando por la aparición de sus hijos desaparecidos y de sus nietos robados y que hoy siguen luchando; esos adolescentes deben alguna información sobre nuestra historia reciente porque vivaron a las madres y a las abuelas de Plaza de Mayo y se manifestaron con tanta emoción y con tanto compromiso como todos los otros millares de personas de todas las edades que estábamos allí. Algo está fallando en el programa, sin duda: pese al empeño gubernamental no se ha podido conseguir, hasta el momento, una nueva y completa generación de ignorantes.

Según se desprende de la perplejidad del doctor Menem, ese parecería el propósito que se está buscando. Porque si no, ¿de qué se asombraría? ¿No fueron jóvenes los que hicieron la reforma universitaria de 1918? ¿No fueron estudiantes secundarios y universitarios quienes defendieron en 1958 la ley de enseñanza laica, gratuita y obligatoria? Los jóvenes en nuestro país siempre estuvieron a la vanguardia en las luchas. Y no pretendo dar un único signo a esas luchas. Fueron jóvenes universitarios quienes se opusieron al general Perón durante su primer gobierno y también fueron jóvenes, universitarios o no, quienes lucharon por que volviera años después. Fueron jóvenes universitarios, junto con los obreros, los que protagonizaron el Cordobazo en 1968, y dieron el gran puntapié inicial para acabar con la dictadura militar iniciada en el 66. Desde distintas posiciones, encararon una lucha y parecían saber por qué estaban luchando.

Ahora, lo que en apariencia se busca es que los jóvenes, y los no tan jóvenes, carezcan de la oportunidad de acceder a la historia y de los recursos para actual en busca de un destino elegido, que sean incapaces incluso de desentrañar qué destino están construyendo otros para ellos. Lo que se intenta, en suma, desfinanciando las universidades, desprestigiando el trabajo docente, cancelando un programa que auspiciosamente se llamaba “leer aprendiendo” y estaba destinado a los chicos de las escuelas, cerrando centros de investigación de enorme prestigio (y podría seguir con un largo y doloroso etcétera) lo que se intenta, decía, es negarles a estos jóvenes, negarnos a los argentinos, la libertad de elegir. Que estemos desinformados, que nos adormezcamos bajo el arrullo de invectivas, anuncios inconsistentes, insultos a mansalva y “verdades sagradas” que no admiten réplica.

No es descabellado conjeturar que la ignorancia puede tener un considerable peso estratégico. Mirando a mi alrededor y animándome, yo sí, a ver lo que no me gusta ver, debo admitir que no parece un objetivo inalcanzable de conseguir que muchos desesperados no entiendan -necesiten no entender- que debajo de tanto exabrupto tal vez haya propósitos que van en contra de sus intereses. Y, sobre todo, advertir que unos cuantos no desesperados se sienten cómodos entre tanto grito, tanto insulto y tanta teoría express, al punto de que no miden o no les importan las consecuencias.

Sin embargo, me animo a arriesgar que, como objetivo, esto de “ignorancia para todos” no va a llegar muy lejos. Ante todo, porque en momentos difíciles como el actual termina imponiéndose una lectura irrefutable de la realidad que no necesita de estudios previos: es la inducida por el hambre, y por la angustia de haber sido despedido del trabajo sin razón, y por cualquier otra injusticia que duele de cerca. Lecturas que –la historia universal y nuestra propia historia lo demuestran– encuentran su expresión en la calle. La calle que, pese a la intención oficial de demonizarla, es la voz de los que no tienen voz. Y de los que no son escuchados. Y de los que queremos que, junto a todos los demás, se nos escuche.

La marchas multitudinarias y altamente conmovedoras y comprometidas que ocurrieron este martes en Buenos Aires y en todo el país son una prueba muy clara de lo que digo. Solo leer los carteles que llevaban los estudiantes, la agudeza y la profundidad de lo que expresaban, fue una comprobación nítida de que el conocimiento y la sensibilidad son más valiosos que los insultos. Confieso que pocas veces canté el himno con tanta emoción y sintiéndome tan acompañada como ese día en Plaza de Mayo. Pero no voy a detenerme en esas expresiones ya que no son mi tema hoy.

Mi tema hoy es la voz de los que sí tenemos voz. Los que tuvimos la oportunidad, y tenemos la decisión, de saber leer. Los que creemos que los argumentos y la solidaridad construyen más que los agravios y el odio; los que, al menos a grandes trazos, nos proponemos un país en el que las ideas, los análisis, las discusiones, prevalezcan sobre el vaso de vino arrojado en la cara.

Pienso que, más allá de nuestra tarea específica, o a través de esa tarea, es necesario que demos testimonio de nuestra realidad y de nuestra historia. No solo en relación a nuestra actualidad; también respecto de lo que nos ocurrió en nuestro pasado reciente, ya que, así como se necesitan años de buena alimentación y enseñanza de calidad para crear un lector, inversamente, para producir semianalfabetos entre los sectores más sumergidos y vulnerables se requiere no solo años de pobreza; también muchas veces negligencia en las políticas sociales. En síntesis, el deterioro que vino sufriendo nuestro país sin duda tiene causas diversas pero desembocó unívocamente en la situación actual. Pienso que nos toca a nosotros analizarlo y dar cuenta de todo esto.

En realidad, ese testimonio múltiple ya está empezando a ocurrir. Con lucidez y con pasión se están manifestando expertos de los sectores más diversos. Científicos, politólogos, economistas, universitarios, gente del teatro, del cine, de la literatura, gremialistas, juristas, docentes, trabajadores de diferentes áreas, pequeños empresarios, jubilados, periodistas, están haciendo oír su voz cada vez con más frecuencia y con más claridad. Es el principio de un camino, pienso. Estar bien despiertos y presentes. Porque no hay marcha atrás. Estamos en una situación nueva y tenemos que animarnos a verla, a decidir qué país queremos y a movernos en consecuencia.

Ante todo, ponernos de acuerdo en algo muy básico: quiénes integramos este país. ¿La gente de bien? (escuché más de una vez desde representantes del oficialismo esta expresión poco confiable y me recordó a un humorista excepcional, Landrú, que irónicamente y para aludir a una clase que se consideraba encumbrada, dividía a los argentinos entre los mersas y “la gente como uno”). ¿Es esa “gente de bien” nuestro país o lo integramos todos los que lo habitamos? Porque en este último caso tendremos que admitir que a todos nos corresponden los mismos derechos. Para ser muy básicos: una buena alimentación, una educación de calidad, una salud protegida, acceso a una vida digna. Ahora, no dentro de treinta y cinco años: la vida que se pierde hoy ya no se recupera. Entre tanto podremos protagonizar todos los debates ideológicos que hagan falta. Es necesario que ocurran. Pero pienso que, cuando las papas queman, lo primordial es que encontremos los carriles de coincidir en lo esencial.

El nuestro es un país que vale la pena. Esta Feria que desde hace casi medio siglo se viene llevando a cabo va a constituir mi primer ejemplo. Les cuento que, salvo una vez en que estaba de viaje, vine todos los años. Y que siempre la sentí como un espacio singular. No solo por el objeto impar que la convoca, también por la gente que la recorre. Y atención, porque a partir de acá, sin desentenderme del panorama sombrío que emergió hasta ahora, voy a mostrar mi hilacha optimista. Estuve en algunas Ferias de otros países, tan importantes o más que la nuestra. Vi libros de todas las editoriales, asistí a eventos, conocí celebridades. Pero casi no vi gente. Y en esta Feria nuestra, desde su primera emisión y aun en circunstancias históricas muy difíciles, el público viene, recorre los stands, busca o encuentra determinado libro, compra lo que puede, asiste a los actos culturales, habla con algún escritor, se encuentra con un amigo que hace tiempo no veía. Siente que este es un lugar que le pertenece.

En nuestro país, en suma, el libro importa. Y ese es un dato nada desdeñable acerca de cómo somos. O de cuáles son nuestras posibilidades. Y no es el único dato. El movimiento teatral argentino es excepcional, nuestro cine es valorado acá y en el exterior, nuestros científicos son requeridos y admirados en todo el mundo, hay una literatura notable y, doy fe, siguen apareciendo año tras año nuevos y valiosos escritores, nuestros humoristas son de primer nivel, tenemos músicos y letristas admirables, numerosas editoriales y revistas independientes que se hacen a pulmón, y que, en las buenas y en las malas, publican un material de primer nivel. Pero no solo eso: es notable el sentido del humor popular, que se puede palpar en cualquier calle o en cualquier colectivo, y que muchas veces nos salva de la desesperación; milagrosamente persiste el hábito de encontrarnos en un café solo para conversar, seguimos manejándonos para arreglar lo que haga falta con un alambrecito.

Y todo eso también es cultura, nuestra cultura, la que tenemos que preservar. No se asusten: no tengo la intención de idealizarnos: no es mi costumbre. Unos cuantos y bien bravos defectos debemos tener para que estemos como estamos. Pero contamos con un hermoso capital humano –esto y no otra cosa, según lo entiendo, es el capital humano—, un capital valioso para empezar a soñar con el país que queremos. No vamos a permitir que ese capital sea arrasado. Al contrario; tenemos que luchar para que se multiplique. Una buena alimentación y una buena educación, para todos, es la base (y no crean que es traída de los pelos una referencia a la alimentación cuando se habla de cultura; sin una buena nutrición en la infancia, no hay posibilidad de aprendizaje, no hay para nuestro futuro cultura posible). A partir de esa base imprescindible se abren los caminos. Seguramente estos libros que nos están rodeando, con sus diversos puntos de vista, con sus innumerables visiones de la realidad, tendrán algo que indicarnos.

Ahora, para terminar como corresponde estas palabras (por algo soy cuentista) brindo porque, en un futuro muy cercano, nuestra amada Universidad Pública esté funcionando a pleno y cada vez con más estudiantes, porque nuestras instituciones y medios culturales puedan trabajar por entero y con todo su personal para el desarrollo y la difusión de nuestra cultura; porque siga existiendo a través de los años, cada vez más pujante y más popular, esta Feria del Libro, y porque haya muchas otras Ferias del Libro a lo largo y a lo ancho de nuestro país. Cada vez con más concurrencia, cada vez con más creatividad, cada vez con más lectores.

Buenos Aires, 25 de abril de 2024

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Cachorro Godoy: “Trabajadores y estudiantes somos parte de la misma clase popular”

Luego del fallo de la justicia laboral que derivó el expediente de los despidos estatales presentados por UPCN y ATE a la Contenciosa Administrativa, LCV entrevistó a Hugo Cachorro Godoy, Sec. Gral de la CTA-A Nacional, quien consideró que el problema no es jurídico sino ‘fundamentalmente político’. Reiteró el compromiso de seguir luchando por la reincorporación de todos los despedidos y relativizó la idea de que exista una embestida contra el Estado en su conjunto: ‘Mientras reducen en sectores como la agricultura familiar, seguridad social, economía social y popular, pequeños y medianos empresarios, desarrollo científico, tecnológico o educación; otras áreas como servicios de inteligencia, policía federal o gendarmería, es decir, las áreas represivas del Estado, se están fortaleciendo. Habrá que ver a qué sectores importa que atiendan y a qué sectores no.” También sostuvo que muchos se creen el discurso de que el Estado está lleno de ñoquis pero ‘hablan por boca de ganso’, repiten los que le imponen los grandes grupos económicos que Milei representa. Finalmente, afirmó que es necesario buscar una síntesis como se demostró en la marcha del 23 de abril y evitar que nos fragmenten. A continuación, la entrevista completa.

Hugo Cachorro Godoy, Sec. General CTA-Autónoma

LCV: En esa demanda conjunta que se presentó por el tema de los despidos a los estatales. ¿Cuál es tu opinión al respecto? ¿Seguimos dando la pelea? ¿Ya la perdimos? ¿Qué pasó?

—No, de ninguna manera vamos a dejar de dar la pelea por la reincorporación de las compañeras y compañeros. El tema es un tema jurídico, pero fundamentalmente político, porque este gobierno lo que está haciendo es gobernando por decreto y reformando por decreto la Constitución. Entonces la lucha por la reincorporación de los compañeros y compañeras, y para evitar nuevos despidos, es la misma lucha en pos de que se derogue el decreto de necesidad y urgencia y que no se siga habilitando al presidente Milei por parte de la Cámara de Diputados y de la Corte Suprema de Justicia a que gobierne por decreto.

LCV: La forma en que se está desangrando el Estado, yo creo que no tengo memoria de que haya sucedido en otro momento. ¿Vos?

—En los años 90 con el menemismo, hubo una situación muy brutal como esta y los efectos que tuvieron fueron nefastos para toda la sociedad. O sea, no es solamente un impacto negativo para los trabajadores y trabajadoras del Estado, sino que impacta en toda la sociedad. El menemismo hizo mucho daño y este gobierno de Milei, en línea con eso, también está haciendo mucho daño a toda la sociedad.

LCV: El otro día tuve un intercambio de palabras con una señora que decía: “a mí se me está complicando, yo me tengo que ajustar el cinturón, no puedo pagar ni reponer mercadería , pero por lo menos nos estamos sacando los ñoquis estatales”. Entonces yo le pregunté ‘señora, ¿usted a  quién le va a comprar después?

—Pero además. ¿Cuáles son los ñoquis que ella conoce? Hablan por boca de ganso, se comen el verso que Clarín, La Nación, Infobae difunden y que el presidente aprovecha para construir un enemigo en el trabajador del Estado. Entonces deja de ser visto aquel trabajador, aquella trabajadora, que es la que se ocupa de acompañar a los pueblos campesinos para el desarrollo de su producción agropecuaria, de acompañar desde los organismos de investigación, de ciencia y técnica para que esto llegue a los pequeños y medianos productores, de acompañar a quienes trabajan en comedores populares o a quienes se jubilan, quienes trabajan en las áreas de seguridad social. O sea, lo que sucede es esta propaganda que se alienta desde esos grupos económicos y esta mentira que expresa el presidente Milei, impacta en algunos sectores que hablan sin saber la verdad.

LCV: ¿En cuánta gente real crees que tiene que quedar el Estado? ¿Se puede bancar un Estado eficiente con esta sangría que se está llevando a cabo?

—A ver, pongamos las cosas en su lugar. Yo te describía el vínculo del trabajador, de la trabajadora estatal con estos sectores de la agricultura familiar, de la seguridad social, de la economía social y popular, de los pequeños y medianos empresarios, del desarrollo científico, tecnológico, porque es ahí donde se está reduciendo la capacidad de intervención del Estado. Ahora, hay otras áreas que directamente se están fortaleciendo, los servicios de inteligencia se están fortaleciendo, la policía federal, gendarmería, todas las áreas represivas del Estado se están fortaleciendo. O sea que no se puede hablar en general de cuál es la estructura del Estado en su tamaño. Habrá que ver a qué sectores importa que atiendan y a qué sectores no.

LCV: Esto vos decís, por ejemplo, reducir la salud, la educación, reducir todo lo que ellos consideran que no tenemos derecho a tenerlo de asistencia gratuita.

—Sí, cuando cortan el FONID, el Fondo Nacional de Educación, lo que hay ahí es una reducción del salario de los docentes. Que me expliquen quienes hablan de reducir el Estado, cómo no se necesitan en nuestro país escuelas de doble turno, mañana y tarde, cómo no se necesitan escuelas técnicas para la formación laboral, cómo no se necesitan cuidadoras y promotoras de la salud para la atención de la niñez y para la atención de la tercera edad y los adultos mayores. Esas son áreas del Estado que se tienen que fortalecer. Falta gente allí. Nosotros necesitamos un sistema de educación más fuerte aún de lo que es. El otro día leía que los trabajadores docentes en Salta cruzan ríos a pie y tienen que cruzar la frontera con Bolivia porque no hay transporte y van caminando, o van a caballo o van en burro. Entonces, ¿Hay que dejar a esos pueblos sin escuelas? Pensar que la sociedad es el metro cuadrado en el que uno vive en la Capital Federal o en el Gran Buenos Aires, es no entender lo que es un país.

LCV: En el marco de las historias sindicales y estudiantiles, ¿Cómo analizas esta coyuntura en particular en donde el trabajador va a estar mañana con sus hijos, estudiantes universitarios, en la calle?

—Me ayudaste a dar la respuesta porque el día de mañana va a ser un hito en ese sentido, porque ahí vamos a estar los que tenemos hijos en la universidad y los que no tenemos hijos en la universidad, van a estar los jóvenes universitarios y van a estar los jóvenes secundarios que quieren acceder a la universidad pública. Van a estar los trabajadores docentes y los trabajadores y trabajadoras no docentes, vamos a estar los trabajadores y las trabajadoras que estamos convencidos que la universidad pública no solamente es una fuente de formación extraordinaria, sino también un ámbito de investigación y desarrollo científico tecnológico fundamental para la soberanía de una sociedad. Mucho más en este tiempo donde el desarrollo tecnológico adquiere niveles de envergadura extraordinaria y del cual, por otro lado, nuestro país tiene porciones, y la universidad pública es una de ellas, la que aporta enormemente a través del CONICET, de la industria  de producción de satélites.

LCV: Cuando escuchaba el otro día en la conferencia que dieron para decir que iban a estar en la calle las centrales obreras, decir que los obreros habían logrado llevar a sus hijos a las universidades y que nadie los iba a sacar de ahí, por eso salían a apoyar, a mí me supo a síntesis, me supo a  principio de una síntesis política. ¿Lo podemos ver así o me estoy apurando?

—No, creo que es así. Cuesta entender cómo un pequeño grupo de sectores ligados a las finanzas, a los sectores más enriquecidos de una sociedad, que son la minoría, pueden controlar y dominar a una mayoría que son trabajadores y trabajadoras, que es una población que vive de su trabajo. Eso se explica por la posibilidad de dividir a la población, de fragmentarla, de crear estas falsas dicotomías como las que hablábamos, que una vecina de un barrio popular se ponga contenta porque echan a un trabajador estatal afirmando que es un ñoqui sin siquiera conocer la persona, las condiciones que trabaja, reproduciendo un relato como loro. El conocimiento y el trabajo se han puesto como si fueran dos cuestiones que se contraponen y en realidad el trabajo es una fuente de construcción de conocimiento y el conocimiento es una fuente de multiplicación del trabajo para el desarrollo de una sociedad. Esto por un lado. Por otro lado, el estudiante y el trabajador, nosotros que somos parte de una central de trabajadores de nuevo tipo, decimos el estudiante es un trabajador, aunque no tenga una tarea con un empleo formal, primero porque ocupa su tiempo en una tarea que redunda en beneficio de la sociedad, porque su conocimiento personal redunda en el desarrollo, en el beneficio de la sociedad. Y por otro lado, porque también a veces, aunque sea de manera precarizada, tiene que ganarse el mango para poder sostenerse el estudio. Entonces, trabajador, trabajadora, estudiantes, somos parte de una misma clase popular que tenemos intereses muy en común y que tenemos que evitar que nos divida.

(Entrevista realizada por Nora Anchar para La Columna Vertebral-Historias de Trabajadores en larz.com.ar el 22 de abril de 2024. Escuchala en directo los lunes de 18 a 20)

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Preocupación internacional por el desmantelamiento de los archivos del Ministerio de Defensa referidos a la dictadura

Si bien en el Ministerio de Defensa no hubo centenares de despidos como en otros organismos, las listas de cesanteados tuvieron un tinte más ideológico que de ajuste. Desmantelaron el Equipo de Relevamiento y Análisis documental (EryA) que funcionaba desde el año 2010. Archivo histórico, en el que no solo se puede encontrar documentación militar de hace 200 años sino que preservaba los documentos correspondientes al período de la dictadura. Muchos de ellos fueron utilizados por la justicia para establecer resonsabilidades en delitos de lesa humanidad. De los trece archivistas y profesionales especializados quedaron solo tres, prácticamente sin funciones.

Hace un mes y medio, Petri nombró a Lucas Miles Erves como Director Nacional de Derechos Humanos del ministerio. Abogado y ex comendiante, tiene un curriculum en el que se destaca como asistente del Departamento de Estado de EEUU. Se define a sí mismo como especialista en Defensa y Derechos Humanos, aunque recién en enero de este año logró su diplomatura en DDHH en la Universidad Austral. En su twitter destaca como sus intereses:  “Amor por el tenis. Disfruto de viajar y hacer reír. Comprometido con todo aquello que nos haga mejores personas”.

Se ignora cuáles fueron los motivos que impulsaron a Petri a nombrar en un cargo tan especial a alguien que por sobre todas las cosas le gusta hacer reir. Claro que no es el único nombramiento inquietante también asumió como asesor del ministerio el contador Francisco Jorge Adorni, hermano del vocero presidencial, Manuel Adorni, quien, según el diario La Nación cobrará un sueldo de dos millones doscientos mil pesos.

Entrevistado por Canal Abierto, Alan Rüst, uno de los despedidos del Archivo destacó: “Los paracaidistas que están cayendo en el Estado dan bronca y desazón, es más fácil destruir que construir, llevamos años especializándonos en el tema y ya no sabemos qué va a pasar con esos documentos’ y agregó que con el sueldo del hermano de Adorni se podría pagar a todo el equipo del ERyA, cuyos profesionales cobran un promedio de 600.000 pesos.

Está claro que las cesantías nada tienen que ver con aumentar el superávit fiscal, de hecho Petri denunció a los archivistas como un grupo ‘parajudicial de persecusión a las Fuerzas Armadas’. Consultado por el diario Clarín, el ministro sostuvo que“los informes que produjeron no están en el sistema, yo como ministro no puedo acceder, los mantuvieron en secreto en sus computadoras y en los últimos tiempos fueron con memorias portátiles a llevárselos. Eran un grupo de persecución que hacía macartismo en las Fuerzas Armadas”.

Reclamo del International Council on Archives

El Consejo Internacional de Archivos (ICA en su sigla en inglés) fue creado en 1948 como una entidad internacional auspiciada por la UNESCO para el fortalecimiento y protección de los archivos. Su Sección de Archivos y Derechos Humanos (SAHR) promueve el papel de los archivos como facilitadores de pruebas de violaciones de derechos humanos, visibiliza su pérdida y defiende políticas archivísticas que garanticen su preservación y uso por los ciudadanos para reparación y construcción de sociedades democráticas. 

En tal condición, el ICA expresa su profunda preocupación por las medidas adoptadas por las autoridades del Ministerio de Defensa de Argentina, presidido por Luis Petri, que interrumpen el acceso de personal civil especializado de los Equipos de Relevamiento y Análisis a la documentación militar relacionada con las graves violaciones a los derechos humanos cometidas durante la dictadura de 1976 a 1983.

A través de un comunicado difundido en la comunidad internacional afirman:

Considerando que las medidas anunciadas por el Gobierno tendrían negativas consecuencias en la calidad democrática de la sociedad argentina, el ICA solicita al gobierno argentino: 

  1. El mantenimiento de los contratos de archivistas, investigadores y otros integrantes de los equipos para el relevamiento y análisis de la documentación oficial 
  2. El mantenimiento de las resoluciones 308/2010, 1573/2023 y 1131/2015 y la continuidad e implementación efectiva del Sistema de Archivos de la Defensa 
  3. La continuación de las políticas públicas archivísticas destinadas a reforzar el papel de los archivos públicos como herramientas esenciales para conocer la verdad y para sustentar los derechos ciudadanos. 

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