Siempre pensamos que nuestros pasaportes , aquellos con los que nos permitieron salir del país, estaban marcados. Por más que revisamos cada detalle, ( amén de la foto, tremenda foto que nos habían tomado dentro de la cárcel y con uniforme carcelario ( la parte de arriba, que es lo que se ve en la foto se llamaba ¡garibaldina!)) no encontramos nunca ese detalle, o esa marca.
Párrafo aparte. Esa, la de la garibaldina, es la única foto que tengo de esos seis años de cárcel, o sea que, yo pienso, que quizás para mis nietos, esa foto valdrá oro, oro puro: abuela en uniforme carcelario,Cárcel de Villa Devoto, 25 de julio de 1980. Uauuuuuu. Me impresiona pensarlo y me hace acordar una anécdota de mi gran amiga , la Yeya, que se puso a leer una carta colgada y enmarcada en la inauguración de la muestra Cartas de la Dictadura, de la Biblioteca Nacional , y cuando terminó de leer la carta se me acerca y me dice, estaba leyendo la carta y pensaba ¡pobre chica! y , lanzando una tremenda carcajada me explica, y ¡¡ la chica era yo! ¡era mi carta!! Siempre riéndote de todo ¿eh Yeya? y haciéndome reír a mi también! Afuera , pero también ¡adentro!
De todas formas, siguiendo con la historia de los pasaportes marcados, ese pasaporte que nos dieron para salir del país, estuvo vigente hasta mucho más allá de la llegada de la democracia. Porque antes le ponían un sellito, ¡renovado! y seguía valiendo: por cinco años en el exterior y cuatro en el país. La cuestión es que cuando entrabas a Argentina, (obviamente estoy hablando de la democracia porque antes no podíamos entrar) el pasaporte caducaba. Y había que renovarlo. Ah si, había que ir al Departamento de Policía, sito en la calle Belgrano entre … bueno ya sabes, sigue estando ahí. Larguísimas colas de gente para entrar, hasta que lo lográbamos. El punto era que había que entregar el pasaporte a renovar. Y había que conseguir recuperarlo renovado antes del día de nuestra vuelta a España, que era donde vivíamos.
Y aquí empieza el cuento. Que parece una joda , sino fuera porque es una maldita verdad. Cuando tocaba el día de recoger pasaportes, cuando después de hacer la larga cola, presentábamos nuestro resguardo ( que parecía idéntico al que tenía la señora de adelante de la cola) , el cana ( no puedo decirle todavía policía, creo que ese término se quedó en las garitas de tráfico, junto con mi niñez) , el cana , repito, nos miraba bien a la cara y nos decía, ustedes dos ( mi marido y yo) van a la mesa especial. Y nos mostraba el camino. Al fondo. Bien al fondo. Por esos laberintos que tiene ese lugar. Quien pudiera derrumbar ese edificio , digo yo. Pero bueno, de la mano íbamos los dos a la Mesa Especial, una triste oficina, pequeña y oscura donde te hacían esperar. De donde pensabas que no ibas a poder volver a salir. Eso era democracia. Repito. Por si no lo apuntaron bien. Y al final, puff, venía otro cana con nuestros pasaportes. Si alguna vez, alguno de ellos nos dijo algo, yo lo olvidé. Pero yo olvido mucho, ¿sabe lector?
Cuestión que, papá, que todo lo averiguaba, nos dijo que había un trámite que se podía hacer, para evitar caer en esa puta Mesa Especial de la cana. El trámite se llamaba : refundición de la causa. Así es que el, mi papá, juntó todos los papeles que se nos pedía para el trámite y presentó todo para los dos . Con número de expediente y toda la pesca. Pasado un tiempo recibió la notificación que el último paso era una entrevista con los interesados. Teníamos que ir al edificio de la calle Belgrano, presentarnos con la notificación y tener la entrevista. Lo hicimos. Recuerdo entre mucha bruma la entrevista con los canas. Ellos sentados de un lado, nosotros del otro. Recuerdo que hubo preguntas. No cuáles. Las puedo imaginar pero no importa, lo que si importa es que de ahí salimos. Y al cabo de un tiempo llegó a la dirección de mi papá la resolución: firmado y aceptado, causa completamente refundida. Lo cual significaba que habían limpiado completamente nuestros antecedentes policiales y judiciales. Genial.
No, no terminó ahí la historia. Unos años después inicié el trámite de nacionalidad española. Llevábamos muchos años viviendo , y trabajando en España , así que juntamos todo. Había hasta un certificado de buena salud que tenía que hacerte el médico. Teníamos todo. Solo faltaba el certificado de buena conducta en el país de origen. Ya estaba Menem gobernando, creo. Fuimos a pedirlo al Consulado en España. Tardo unos meses. Pero llegó.
El certificado que me entregó el consulado argentino en españa decía que no podían darme certificado de buena conducta, porque yo, tu, el, nosotros vosotros y ellos, no habíamos tenido buena conducta en argentina.
No pude obtener la nacionalidad española. Pero no me importó eso demasiado.
Ojalá algún día uno se anime y queme todo. ¿Sucederá? Yo lo único que quiero que le quede a mis nietos es la foto, con la leyenda abajo:
Abuela Pati en uniforme carcelario, Cárcel de Villa Devoto, 25 de julio de 1980