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Deportes con historia

Trinche Carlovich: la leyenda continúa, por Leónidas ‘Noni’ Ceruti

Hace un tiempo volvimos a ver la filmación de aquella charla con el Mago de la Pelota. Quedamos llenos de futbol, emocionados, impactados por su tranquilidad, humildad y sencillez. Con el sol a pleno en barrio Belgrano, de Rosario, llegamos con el historiador Pablo Sapei, un sábado a la mañana, hasta la casa de su madre. Al rato apareció en su bicicleta, con su andar tranquilo, el de aquellas personas que no las apura el tiempo. Saludó, “como están muchachos”, abrió la puerta del living, y avisó “llegamos vieja”. Entró la bici y dijo “pasen, pasen, acomódense”.

Ya teníamos experiencia por las entrevistas realizadas a varios jugadores, técnicos, hinchas, dirigentes, para el que fuera nuestro libro “CHARRUAS” sobre la historia del club Central Córdoba de Rosario; pero ese encuentro era distinto, era el reportaje al Trinche, al futbolista del que todos hablaban, el que aparecía en los cientos de relatos de los hinchas charrúas, el idolo, el que todos habían visto y disfrutado.

“¿Que quieren saber?”, preguntó con una media sonrisa y allí empezó una hora de charla a puro futbol, simple, como era él. Desde sus primeros picados en los baldíos de Barrio Belgrano con sus hermanos mayores, pasando por sus comienzos, hasta su retiro a los 39 años. “Podría haber seguido jugando”.

Lo suyo era la libertad. Dentro y fuera de la cancha

El Trinche, nació, vivió y falleció en Barrio Belgrano de Rosario. Fue el último de siete hermanos, tres mujeres y cuatro varones. Murió a los 74 años víctima de un robo, tras dos días de agonía. No aguantó la paliza que recibió cuando andaba en su bicicleta.

CARLOVICH

Tiene una gran historia detrás, y eso que apenas jugó un puñado de partidos en primera división. Surgido de las inferiores de Rosario Central, descolló en Flandria, Independiente Rivadavia y Deportivo Maipú de Mendoza, Colon, pero principalmente en su Central Córdoba de Rosario, donde tuvo cuatro ciclos (236 partidos, 28 goles), y hasta un breve lapso como entrenador. “A veces no se da. No es que uno no quiso. Siempre me preguntan y la respuesta es siempre la misma. Lo volvería a hacer, porque yo lo disfruté mucho todo lo que hice. Eran otros tiempos. Yo soy realista, soy consciente”, resumía su carrera.

Amasó su fama en las canchas bravas del ascenso. Lo suyo fue la libertad, dentro y fuera de la cancha. Y ahí estábamos, charlando con la leyenda.

Tenía en su memoria todos los años que jugó: sus goles, las gambetas, ‘caños’ memorables, que disfrutaba como si estuviera jugando. No quedaron afuera las patadas recibidas ni las piernas fuertes que puso.“Y sí, en el futbol no todo es gambeta y gol, hay partidos y momentos que hay que poner, porque me dieron cada planchazo, y en la segunda jugada el que ponía era yo, y si el dos la reventaba estaba bien, después empezar a tratarla con cariño a la pelota, porque hay quienes la tratan de vos y otros de Ud.”.

Los minutos pasaban, la magia crecía, aparecían grandes jugadores, partidos bravos en el estadio de Central Cordoba, “el Gabino Sosa” y en el Gran Buenos Aires, el mítico partido contra la Selección Nacional en el 74, los campeonatos logrados con el Charrua. Nos tiraba paredes, formaciones, goles, charlas con los utileros.

Dijo Menotti: ‘La pelota lo llevaba a él’

Tuvo su día de gloria cuando mostró sus cualidades en un amistoso contra la Selección Nacional. El equipo nacional se preparaba para el Mundial de Alemania y jugo un partido frente a un combinado de jugadores rosarinos, a cancha llena.

Fue el 17 de abril de 1974. Al combinado nacional lo dirigia Vladislao Cap, y formó con Miguel Santoro; Enrique Wolff, Néstor Togneri, Francisco Sá, Alberto Tarantini; Miguel Brindisi, Roberto Telch, Aldo Pedro Poy; René Houseman, Osvaldo Potente y Daniel Bertoni. Luego ingresaron Carlos Squeo, Victorio Nicolás Cocco, Rubén Cano y Enrique Chazarreta.

El seleccionado rosarino, dirigido por Carlos Griguol y Juan Carlos Montes, técnicos de Central y Newell’s, respectivamente, contaba con cinco jugadores de ambos equipos, y un pelilargo irreverente volante de Central Córdoba, de la segunda división, el Trinche Carlovich, que esa noche opacó a sus propios compañeros de primera división, entre ellos Carlos Biasutto; Jorge González, José Luis Pavoni, Armando Capurro, Mario Killer; Carlos Aimar, Mario Zanabria; Sergio Robles, Alfredo Obberti y Mario Kempes.

Cuando el Trinche dejó la cancha, a poco de arrancar el segundo tiempo, el combinado rosarino le ganaba 3 a 0 a la Selección con goles de Kempes, González y Obberti, y el DT de la selección sentía vergüenza del baile cuando pregunto quién era ese cinco que no conocía. “Ese partido en Rosario se recuerda siempre. Habían ido 35 mil personas al estadio. Estuvo lindo”, rememoró el Mago de Tablada.

“La pelota lo llevaba a él”, lo definió César Luis Menotti, quien en 1976 lo convocó para un amistoso del seleccionado que dirigía y comenzaba a tallar para el Mundial del ’78. El Trinche no se presentó a la cita. Los motivos son parte del mito.

Zurdo, hábil, impredecible, admirado por Marcelo Bielsa que iba los sábados al Gabino para verlo hacer lo impensado. Cuando Central Cordoba jugaba en las canchas de Buenos Aires, muchos futboleros neutrales se acercaban y antes de sacar su entrada preguntaban “¿Juega el Trinche?”.

Maradona le dedicó una camiseta: ‘Trinche, vos fuiste mejor que yo’

El propio Maradona sintió devoción por su figura. Y así relató su encuentro con el Diez. “Yo nunca le doy pelota a nadie, no me gustar cargosear y unos muchachos dirigentes de Central Córdoba me insistieron tanto para ir a ver al Diego al hotel cuando vino a Rosario, que les dije ‘bueno, vamos a ir’. Entonces fuimos al hotel, con un amigo. Yo estaba a 20 metros. Diego estaba rodeado de 15 o 20 personas y pasa “Fatu” Broun y me dice: ‘¿Qué haces acá?’. Yo le contesté que iba a ver al Diego, al único que podía ir a ver, pero que él me iba a sacar rajando. De golpe se me apareció en frente y lo primero que hizo fue acordarse de mi vieja. “Trinche, la c… de tu madre…”. Entonces se vino, me abrazó, me empezó a hablar al oído y no paraba. Hasta me firmó una camiseta y me puso: “Trinche, vos fuiste mejor que yo…”. Lo único que le pude contestar fue: “Diego, ahora puedo partir tranquilo, vos fuiste lo más grande que vi en mi vida”. Dos Magos de la pelota.

Cuentan que se interesaron por él clubes del exterior como el Milan y hasta el Cosmos de los EEUU, pero nada se concretó. La leyenda creció, y seguirá creciendo. Desde hace años integra la Santa Trinidad de Central Córdoba, junto a Gabino Sosa y Capote De la Mata. Trinche, te veremos en la próxima jugada que aplaudamos, en el gol que festejemos, hasta cuando gritemos “ole” ante un hermoso “caño”.

Se retiró en 1985, a los 39 años. Escribieron un libro sobre su vida, una obra de teatro y hasta un capítulo del prestigioso programa español “Informe Robinson” de la emisora Canal Plus, además de varios documentales.

La revista deportiva El Gráfico lo describió así: “Tuvo su estilo: era un volante central elegante, virtuoso y algo displicente. De ritmo lento, pero de razonamiento inversamente proporcional a su andar. Carlovich es algo así como el máximo exponente del arco lírico del fútbol argentino”.

La leyenda creció, y seguirá creciendo. Desde hace años integra la Santa Trinidad de Central Córdoba, junto a Gabino Sosa y Capote De la Mata. Trinche, te veremos en la próxima jugada que aplaudamos, en el gol que festejemos, hasta cuando gritemos “ole” ante un hermoso “caño”.

El Trinche hoy está en el altar de los mejores jugadores argentinos como Maradona y Messi.

Te puede interesar el especial español sobre el Trinche del Informe Robinson

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1978: Rosario, el Mundial, Videla y los narcos, por Leónidas Noni Ceruti

Historiador. Futbolero.

La organización en Argentina del XI Campeonato Mundial de 1978, y el posterior triunfo del equipo argentino, fueron utilizados por los genocidas para ganar popularidad, e intentar limpiar internacionalmente la imagen atroz de la dictadura.

Al acercarse la fecha para la realización del evento mayor del fútbol mundial, en Rosario, al margen de la remodelación por parte del EAM 78 del estadio de Rosario Central, que pasaría a ser conocido popularmente como el “Gigante de Arroyito”, las autoridades municipales y provinciales encararon varias obras.

Mientras la “plata dulce” fluía desde las arcas del Estado nacional para la construcción de obras faraónicas, la ciudad del rio, vivió una auténtica fiebre de inauguraciones, como los accesos a la ciudad, el Centro de Prensa en la Plaza Pinasco, la ampliación de avenidas y bulevares, la autopista Rosario-San Nicolás y el Hospital de Emergencias Clemente Álvarez, entre las más importantes.

En ese período la Municipalidad acuñó el slogan “Rosario: Ciudad limpia, ciudad sana, ciudad culta”. Esa era la imagen que pretendía dar el intendente de facto Capitán de Navío (RE) Augusto Félix Cristiani, cara visible y legal del terror impuesto sobre la sociedad desde marzo de 1976.

El Mundial ’78 ubicó a Rosario en el escenario internacional. Las autoridades municipales se propusieron exhibir a la ciudad provinciana y “fenicia” como una urbe cosmopolita y esto requería no sólo una imagen de ciudad moderna, sino además la demostración contundente del “orden y disciplina” que se había impuesto a la sociedad.

En esas semanas se publicó la “Guía de Rosario” para recibir a los turistas a “pura fiesta`”. Muchas empresas, profesionales, comercios, contribuyeron con publicidad.     

En Buenos Aires, en la ceremonia de la inauguración del evento mundial, en el estadio Monumental de River, al son de una marcha militar, el genocida General Videla condecoró al presidente de la FIFA, el brasileño Havelange. A pocas cuadras, estaba en pleno funcionamiento el centro de exterminio de la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA) y los aviones despegaban para arrojar a cientos de detenidos vivos al mar.

Adivinanza: ¿quién es el único jugador que mira mal a Videla?

La Argentina debutó en el Mundial con el apoyo de la prensa y de los hinchas. Las dos victorias ante Hungría y Francia y la caída frente a Italia le impidieron a la Selección de Menotti ganar su grupo y seguir en Buenos Aires. La consecuencia de la derrota ante los italianos, obligo a la mudanza a Rosario.

La ciudad, que ya había vivido intensamente la primera ronda, considerándose como la principal subsede, recibió con entusiasmo desbordante a la selección nacional conducido por un hijo dilecto de la aldea como es Cesar L. Menotti.

El estadio mundialista tuvo un lleno total cuando comenzó la segunda ronda con un triunfo ante Polonia. Periodistas deportivos rosarinos recuerdan que el técnico rival, Jacek Gmoch, denunció un arreglo para favorecer al seleccionado local.

“El Mundial es de todos. En la calle y en la cancha, un gol de cordialidad. El equipo es el país. Jugamos nuestro prestigio”, decía un aviso del diario “La Capital”, auspiciado por la Junta Nacional de Granos.

Cuando Kempes le metió los dos goles a Polonia, Videla, según el matutino tuvo una “impresionante recepción del público”.

Luego de la clasificación, antes de volver a Buenos Aires, los muchachos de la selección fueron despedidos por el Gral. Galtieri, que aprovechó para sacarse algunas fotos, especialmente con Kempes y Menotti.

Las sombras del partido contra Perú

El partido más comentado de aquel mundial, el más polémico y cuestionado de todos en cuanto a su desarrollo, se jugó el 21 de junio de 1978, donde el conjunto nacional venció 6-0 a Perú, aunque necesitaba cuatro goles para acceder a la final frente a Holanda.

El palco estaba ocupado por Videla, Massera, Agosti, Harguindeguy, Martínez de Hoz, Liendo, Kissinger, Galtieri, Desimoni, Cristiani, Viola, Bolatti y Lacoste.

En las tribunas, en tanto, la marcha oficial del Mundial era reinterpretada por algunos hinchas “25 millones de boludos, pagaremos el mundial...”, cantaban.

El estadio mundialista estaba desbordado de gente. Algunos veteranos periodistas rosarinos que recorrían los pasillos del estadio aquella noche recuerdan que minutos antes de empezar el partido el Gral. Videla visito el vestuario argentino para desear algo más que éxitos, y luego se dirigió al de Perú.

Otros describieron la singular visita a los rivales “El presidente de facto estaba serio. Observaba, sonreía, con su gesto imperturbable y feroz. Habló. Instó a la unidad latinoamericana. Deseó lo mejor. Todos escucharon. La mirada filosa de Videla tenía impresa su condición de impiadoso. En aquella oportunidad Videla cerró su inolvidable discurso en el vestuario peruano con la siguiente frase: “Latinoamérica los está observando, un equipo sudamericano debe estar en la final”, como si Brasil quedara en Asia. “Fue un momento terrible”, coincidieron la mayoría de los futbolistas peruanos, cuando ya se pudieron referir al tema, años más tarde”. 

Después, sólo después de la gloria deportiva, del festejo por el primer título mundial, del paso del tiempo, de los laureles, llegaron los cuestionamientos. Y entonces, también, surgieron los testimonios y las historias ocultas.

Entre tantas versiones que refieren a arreglos espurios hay una que sostiene un acuerdo entre las dictaduras militares de ambos países. La sospecha estuvo vinculada con la donación de centenares o miles de toneladas de trigo, en concepto de ayuda alimentaria. La cifra oscila (de 250 a 4.000) según la fuente que se consulte. La descripción del hecho, sin embargo, no varía demasiado. Juan Alemann, secretario de Hacienda en tiempos de la dictadura, reconoció: “Ese tipo de donaciones no eran espontáneas. Se hacían sólo en caso de un terremoto o de alguna catástrofe”. Ninguna de esas situaciones extremas había pasado en el Perú de fines de los años setenta.

Otra versión, jamás confirmada, decía que el gobierno argentino había repartido 250 mil dólares entre algunos jugadores y dirigentes peruanos para evitar molestias.

Cuenta el periodista Oscar Barnade, una anécdota que ocurrió en Rosario, “El día previo al partido de las mil sospechas, Radulfo Manzo escuchó, a través del teléfono, en la habitación de la concentración peruana, una voz de la que sólo identificó un inequívoco acento argentino. El defensor, que luego jugó un puñado de encuentros en Vélez, comento que “El ex zaguero Radulfo Manso, hoy completamente distanciado del fútbol, dice a su vez que aquella explosiva denuncia de soborno que formuló en 1979, cuando jugaba en Vélez, fue “un desahogo a medias”. “Lo que pasó –cuenta Manso- es que antes del partido con Argentina atendí un llamado telefónico en mi pieza de la concentración. La voz, que tenía acento argentino y me trataba de manera peyorativa, discriminatoria y racista, me dijo de muy mala manera que les comunicara a mis compañeros que nos pagarían 50 mil dólares a cada uno si permitíamos la clasificación de Argentina. Me dio mucho miedo, porque yo en ese momento era un muchachito y me sentí muy mal. Se lo conté a un compañero y estoy seguro de que, si se lo hubiera dicho al resto, todos me habrían dicho que no aceptaban”.

Un año después, Manzo contó ese hecho entre sus compañeros del club de Liniers. Y adoptó carácter público a través de un colaborador de Vélez en aquellos días, el ex boxeador, campeón argentino y sudamericano de los medianos, Jorge Fernández. Sus compañeros siempre cuestionaron a Manzo porque aquel episodio salió a la luz. Y lo descalificaron por tal motivo. A consecuencia de esta infidencia, en la AFA se produjo un gran malestar. El peruano estuvo a punto de ser expulsado. Y hubo una denuncia criminal en su contra. Finalmente, ante más de cien personas, entre periodistas, dirigentes y curiosos, firmó una nota mediante la cual rectificaba sus dichos.

Brasil le había ganado 3-1 a Polonia unas horas antes y la Argentina jugó por la noche sabiendo cuántos goles necesitaba para llegar a la final. Perú fue, sin vueltas, un desastre, algo apropiado a las necesidades de la Argentina.

“El técnico de los peruanos, Marcos Calderón, quien no podía manejar la interna de un plantel dividido, sorprendió a todos al incluir a Manzo y a José Velásquez, lesionados, y al arquero Ramón Chupete Quiroga, cuestionado por sus compañeros, porque, al cabo, era argentino. Al minuto de juego, Juan José Múñante pegó un tiro en un palo del arco que defendía Fillol. A la distancia quedó apenas como un detalle decorativo. Lo que vino después fue la peor actuación peruana de la que se tenga memoria. “Es probable que alguno de mis compañeros haya aceptado semejante cosa. A mí no me consta, pero no pongo las manos en el fuego por nadie. Igual me permito ponerlo muy en duda. A ese partido llegamos con el desgaste del esfuerzo que hicimos en la primera rueda, en la que les ganamos a Escocia y a Irán y empatamos con Holanda. ¿O fue casual que después perdiéramos con Polonia, Brasil y Argentina? Estoy convencido de que perdimos de manera limpia. Con mi experiencia, yo me habría dado cuenta si alguno de mis compañeros no ponía todo para ganar”, señaló el defensor y símbolo Héctor Chumpitaz. La gigante mano del soborno, cuanto menos, había dejado ver su silueta.

No me vendí. Sólo fue mi noche más negra”, responde Quiroga cada vez que le preguntan sobre el tema. El arquero había nacido en Rosario y su veloz nacionalización para jugar en la Selección peruana la había gestionado y conseguido el hijo del presidente, quien llevaba el mismo nombre que su padre: Francisco Morales Bermúdez. Incluso en 2005, veintisiete años después, Quiroga repitió su inocencia. Nunca volvieron a convertirle seis goles en un partido.

“La presencia de Videla y Kissinger en nuestro vestuario fue terrible”, declaro Juan Carlos Oblitas, uno de los líderes de la selección peruana, al recordar un episodio que pocos conocen, en los minutos previos al polémico 6-0 que clasificó a Argentina a la final. “Algunos más jóvenes, que pudieron haberse sentido intimidados, dejaron de cambiarse para escucharlo. Pero yo, que tenía más experiencia, seguí en lo mío. Seguí detrás de una pared y apenas lo oía hablar. No quería que nada interrumpiera mi concentración”.

El zaguero Héctor Chumpitaz, otro histórico de la selección peruana, admite: “nos sorprendimos cuando nos dijeron que nos iba a hablar Videla. Se paró frente a nosotros y nos dio un discurso en el que llamaba a la hermandad latinoamericana y nos deseaba suerte. Yo me lo tomé como una presión, aunque después de lo que nos habían dicho los organismos de derechos humanos, Videla aparecía como un personaje que nos daba un poco de miedo”.

Barnade, insiste en la estrecha vinculación entre los hombres de la dictadura, el cuerpo técnico de la selección y los jugadores, no solo en Buenos Aires, sino durante su estadía en Rosario, cuando escribió “Los militares argentinos —especialmente Eduardo Massera y Leopoldo Galtieri— fueron más de una vez a la concentración y los vestuarios argentinos, sobre todo a partir de la segunda fase, en Rosario. Incluso quienes vivieron esa intimidad cuentan que tenían línea directa con Menotti”. “Nos hablaban de nuestras virtudes y de que representábamos a la patria. Para Kempes, según contó una vez, los militares acercaban a los jugadores la toalla, el jabón y hasta alguna copita extra de vino en las comidas. Como si fueran los cadetes”.

“Los militares estaban impulsados por su voluntad de quedarse para siempre en el poder, querían meter la cola para sacar ventajas de un equipo de fútbol, para utilizarlo como distracción, como medio para otros objetivos, para el horror”, señaló Osvaldo Ardiles, en 2003, cuando el volante derecho de aquella Selección Nacional era técnico de Racing”.

El periodista Evaristo Giordano Monti, uno de los voceros de la dictadura en su columna “Imágenes deportivas”, en el diario La Capital, publico una nota de opinión sobre el genocida Galtieri: “Las Fuerzas Armadas no ocuparon el poder para mandar, sino para gobernar, y la función del gobierno implica la visualización de todo el acontecer nacional. ¿Qué imagen daremos a mediados de 1978? Dos años atrás, nadie arriesgaba un pronóstico favorable a la Argentina para el Mundial. ¿Cómo íbamos a desembarazarnos del azote subversivo? En círculos internacionales se expuso el peligro que entrañaba la furia subversiva. Hoy ese tema ha sido sepultado. Hemos entendido el Mundial como la demostración de encarar una gigantesca obra en lo material y en lo espiritual’, escribió alguien en nombre del general. ¿De qué valdría tanto costo y tanto ardor si mil periodistas y cincuenta mil turistas se llevan una impresión negativa? Tal vez sea un exceso de prevención, pero sospechamos que no faltan quienes piensen que el Mundial será un breve período apto para enriquecerse. En mi carácter de comandante del II Cuerpo y como un argentino más, interpretando el sentimiento y vocación argentinista de mis subordinados, me permito exhortar a todos los hombres y mujeres de mi jurisdicción a crear conciencia, disuadir a los desaprensivos, fortalecer la fe en la nación, sentir con profunda espiritualidad que esta ocasión es propicia para mostrarnos como somos realmente y no como pueden deformarnos pequeños ambiciosos. Miles de periodistas divulgaron la buena noticia: los argentinos son los de siempre y toda infiltración espuria está desterrada”, remataba Galtieri.

Monti comentaba que “esta página recoge con especial orgullo el mensaje de Galtieri, agradeciendo su cortesía. No sólo el trabajo del alto jefe militar nos honra, sino que hará escuela”. 

Rosario fue testigo del partido más comentado de todos los mundiales, tal vez más que la propia final donde Argentina se consagro campeón del mundial, al vencer al seleccionado de Holanda.

Los amantes del fútbol que concurrieron aquella noche de la goleada a Perú, lo recuerdan como un partido atípico, bochornoso, lleno de incógnitas para algunos y para otros no.

Buena parte de Rosario vivió esa noche una borrachera de alegría, los hinchas no pensaban en esas horas en soborno, solo les importaba gritar los goles, tocar bocinas por las calles y colmar las zonas aledañas del Monumento a la bandera,

         Algunos periodistas extranjeros se hicieron eco de las denuncias de los familiares de desaparecidos, de la represión que se vivía, y enviaron notas a sus países y fue una manera de denunciar lo que sucedía.

En la ciudad y entre los investigadores de lo sucedido en esos días se comentó que en Rosario a un periodista cuyas crónicas según el gobierno “deformaban la realidad de la Argentina”, le recomendaron una serie de visitas para conocer la realidad de la sociedad. Una noche cuando se quedó dormido, alguien se llevó su credencial como periodista acreditada, sin la cual no pudo seguir trabajando y debió volver a su país, sin poder seguir recibiendo denuncias. Sorpresas te da la vida, dice la canción.

Versiones de un soborno
Un jugador de Perú asegura que su equipo se vendió en el 6-0 ante Argentina  de 1978 | Marca.com

Un ex senador peruano, Genaro Ledesma Izquieta, sobreviviente del Plan Cóndor declaró ante el juez federal Norberto Oyarbide que las dictaduras militares de ambos países negociaron la liberación de 13 peruanos a cambio del resultado de aquel partido en el Mundial.

 Los 13 ciudadanos peruanos deportados ese año de forma ilegal por la dictadura de ese país tenían por destino ser desaparecidos en uno de los vuelos de la muerte. Su derrotero ilegal en el país, sumado a la presión internacional, habrían motivado un acuerdo para su expulsión de la Argentina, que tuvo como moneda de cambio el resultado de ese encuentro”, agrega la nota.

El periodista argentino Ricardo Gotta, que publicó en 2008 el libro “Fuimos campeones”, no tiene dudas del arreglo. Su testimonio encaja en lo declarado por el ex senador peruano. “Logré reunir en el libro una decena de evidencias contundentes que apuntan a que hubo una operación que instaló dos escenarios: uno de miedo, de coerción. Y otro de corrupción, de soborno, al menos sobre algunos de los miembros de la selección de Perú. Sobre el acuerdo de las cúpulas militares, Gotta menciona un diálogo mantenido entre el dictador argentino, el general Jorge Rafael Videla, y su par peruano, Francisco Morales Bermúdez, a través de una radio argentina, minutos después del debut de Perú en el Mundial con una victoria 3-1 ante Escocia, en Córdoba el 3 de junio de 1978. “General, quiero felicitarlo sinceramente por el triunfo que logró la selección que representa a su país, al que considero un triunfo latinoamericano”, dijo Videla. “General, le agradezco la generosidad y todas las muestras de afecto que reciben mis compatriotas en su estada en tierra argentina. Estamos en deuda con ustedes”, le respondió el peruano.

Gotta dice que esa deuda la terminaría pagando Morales Bermúdez con otro llamado telefónico días después, pero esta vez al capitán de Perú, Héctor Chumpitaz, horas antes del partido en el que Argentina precisaba ganar por cuatro goles y que terminaría 6-0.

El periodista argentino cuenta que, luego de hablar con Morales, Chumpitaz se reunió con todo el plante de Perú en su cuarto. “El presidente Morales Bermúdez me ha llamado. He recibido un nuevo llamado del señor presidente, sí… Me pidió nuevamente que los felicitara por el esfuerzo realizado hasta aquí y me advirtió que comprendía muy bien que los puntos que hemos perdido en los últimos partidos son contingencias del juego. Sólo eso…”.

“¿Eso es todo?”, preguntó uno de los jugadores. “No. Me trasmitió que desea que tratemos de vencer a la Argentina, pero que sabe muy bien lo difícil que es la misión que nos pide. Que nos manda un abrazo fraterno, más allá del resultado que obtengamos. Me dijo eso dos veces”, asegura Gotta en su libro.

El otro extraño hecho de aquel partido fue la visita de Videla y de Chumpitaz y de Henry Kissinger al vestuario peruano antes del partido sólo para “saludar a los jugadores”, el pedido del DT, Calderón para que Perú jugara con su camiseta suplente (ese día, utilizó una roja) y así “no pasara vergüenza” y los sucesos previos al encuentro.

DE PAPELITOS. Mundial 78: el 6-0 de la semifinal relatado por los jugadores  de Perú

José Velásquez, que fue titular en aquel encuentro, negó que hubiera habido sobornos, pero sí aceptó que aquel día nada fue normal. “Recuerdo que un día antes del partido, Chumpitaz, Oblitas, ‘Panadero’, Cubillas, Sotil y yo le pedimos al DT Marcos Calderón que no pusiera a Quiroga, y él aceptó”, declaró

“Pero luego, en el vestuario, después de que llegaran el presidente argentino (Videla) y el por entonces secretario de Estado de Estados Unidos, Henry Kissinger, vimos que el técnico lo ponía. Nos sorprendimos”.

Otro que ha seguido el tema al detalle es el periodista Ezequiel Fernández Moore, quien en una nota publicada en Terra, a fines de diciembre de 2007, escribió lo mismo: ese partido no fue normal. “Todavía tengo fresca la imagen de Juan Carlos Oblitas, otro integrante de aquella selección peruana, cuando le pregunté por ese partido en la tribuna de prensa del Estadio Azteca, el día de la inauguración del Mundial de México 86. ‘Ese partido no fue normal, en ese partido hubo cosas raras’, concedió Oblitas”.

Fernando Rodríguez Mondragón, sobrino de Miguel Rodríguez Orejuela, uno de los capos del Cartel de Cali, publicó hace unos años un libro en que aseguró que esa organización narco aportó dinero para sobornar a Perú.

”De primera mano supimos cómo fue lo del partido Argentina-Perú. Mi tío Miguel habló con un grande del fútbol mundial y le confesó lo del dinero que hubo para arreglar ese partido para sacar a Brasil de la final”, declaró Rodríguez Mondragón a Radio Caracol, de Colombia, luego del lanzamiento del libro “El hijo del Ajedrecista 2”.

¿Argentina podría haber usado dinero del narcotráfico, vía Colombia, para sobornar a los jugadores? Según el periodista Gonzalo Guillén, en una nota publicada en el Miami Herald en diciembre de 2007, “estudiosos de la evolución del narcotráfico colombiano, célebre siempre por su afición al fútbol, consideran que el memorable triunfo de 1978 le abrió las puertas de Argentina a los capitales de la cocaína colombiana y debido a ello, por ejemplo, familias de mafiosos muertos han podido huir, establecerse en ese país y asumir el control de fortunas que llevaban años allá cuando ellos llegaron. Una de ellas es la de Pablo Escobar, cuya esposa y sus dos hijos se establecieron en Buenos Aires después de que el capo murió en un enfrentamiento con las autoridades en Medellín en diciembre de 1993”.

Los genocidas del 76 fueron capaces de hacer desaparecer a 30.000 personas, asesinar, torturar, sembrar el terror y el miedo, para implementar un programa económico antipopular y favorecer la concentración económica. Por eso no debe llamarnos la atención este tipo de maniobras para lograr ser campeones en el 78, creyendo que con eso tapaban las atrocidades que cometían y dar al mundo una imagen de orden, paz y tranquilidad.

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Buscando a Eric, por Leónidas Noni Ceruti

En esta primera entrega nos zambulliremos en la multifacética vida de Eric Cantona quien luego de ser un gran jugador de futbol –para algunos el mejor de la historia del Manchester United- hoy brilla como actor de TV y Cine, con una prolífica militancia política de izquierda. Se lo recuerda, especialmente, por su patada voladora a un hincha neo nazi que lo insulto durante un partido.

ORÍGENES

Su espíritu libertario viene desde la cuna. Nació en el barrio de Les Caillols en Marsella (Francia), el 24 de mayo de 1966, en el seno de una familia de “obreros, soldados e inmigrantes” como lo definió alguna vez. Su padre, Albert Cantona, era enfermero y pintor en sus ratos libres, mientras que su madre, Éléonore Raurich, trabajaba como costurera.

De orígenes sardos por parte paterna y catalanes por la materna; su abuelo materno Pere Raurich, natural de Martorell, combatió con el Ejército Popular de la República durante la Guerra civil española. Cuando el bando de Franco avanzó hasta Barcelona a comienzos de 1939, la familia tuvo que huir a Francia y fue internada en un campo de concentración del Rosellón.

Eric se destacó como futbolista en clubes de su país como el Auxerre, Montpelliere y Olympique de Marsella a finales de la década del 80 y aterrizó en Inglaterra en 1992 para unirse al Leeds United, en donde ganó la última Liga Inglesa, antes de que se transformara en la Premier League.

Inglaterra fue más que fútbol para su vida: “era como si los jugadores fueran estrellas de rock”, recordó.

Luego, en 1993 se sumó al Manchester United por expreso pedido del gran DT Sir Alex Ferguson. Se retiró a los 30 años, en 1997, y pese a que muchos clubes lo buscaron para que regresara, él nunca quiso volver a jugar como profesional: Cuando perdí la pasión, perdí el fuego en mí, simplemente me retiré. Intenté encenderlo de nuevo, pero sabía que era el final”.

82 goles y nueve títulos vestido de rojo convirtieron a Eric Cantona en ídolo del Manchester United.

LA PATADA ANTIFASCISTA

El 25 de enero de 1995, el fútbol inglés vivió un incidente que quedó marcado en la historia de la Premier League. Ocurrió en el estadio londinense de Selhurst Park, la casa del Crystal Palace, que caía 1 a 0 frente al Manchester United.

Era un partido picante. Y Cantona estaba recibiendo más faltas de lo común: “¿No hay tarjetas amarillas?”, le protestó al árbitro Alan Wilkie. Minutos después, el réferi demostró que sí había llevado las tarjetas. Y eran para el delantero francés, quien vio la roja después de un golpe a Richard Shaw a los 4 minutos del segundo tiempo.

Escoltado fuera de la cancha, los aficionados locales empezaron a increpar a Cantona, pero hubo uno que captó la atención del futbolista francés: un hooligan llamado Matthew Simmons.

Simmons bajó once filas hasta ubicarse al borde del campo. Desde allí se dirigió directamente a Cantona con insultos que varían según la fuente pero que en su mayoría coinciden en que eran insultos xenófobos por ser extranjero como Vete a tu país bastardo de mierda, vuélvete a Francia”.

Los improperios del hooligan desataron la furia del explosivo delantero francés. Y fue así como Cantona fue corriendo hacia las gradas, saltó por los aires y le propinó una patada de arte marcial en el pecho a Simmons. Después vino una seguidilla de golpes hasta que lograron contenerlo.

Simmons era militante del National Front, un grupo fascista, y tenía un historial de violencia, incluyendo el ataque a un técnico de equipo después de haber sido llamado “basura nazi”.

En una entrevista para el programa de televisión Football Focus, cuando se le preguntó sobre el mejor momento de su carrera, el crack afirmó: Fue cuando le di la patada de kung a un hooligan, porque ese tipo de gente no tiene nada que hacer en un partido. Creo que es un sueño para algunos dar una patada a ese tipo de gente. Así que lo hice para ellos, para que estuvieran felices. Y ellos hablan hasta hoy al respecto. He visto muchos jugadores marcando goles y todos ellos saben la sensación. Pero esta, de saltar y patear a un fascista, no es algo que se saboree todos los días”.

La reacción de Cantona, que conmocionó el mundo del fútbol, marcó su vida y le trajo serias sanciones: fue suspendido por nueve meses y condenado a 120 horas de trabajo comunitario y a pagar 30 mil dólares de multa.

           Sin embargo, nunca se arrepintió de ello. Al contrario, cuando le consultaron acerca de su posible arrepentimiento, su respuesta fue contundente: “Debería haberlo pateado más fuerte. No puedo arrepentirme. Me sentí genial. Aprendí de ello y creo que él también. Al fascismo no se le discute, ¡se le patea en la boca!”.

¿Fascista? Es que después de aquel día la prensa comenzó a indagar en la vida de Simmons y descubrió que había participado en actos de extrema derecha y que se definía como racista. Además, tenía una condena por intento de robo a una estación de servicio en 1992. Y después, en 2006, sumó un nuevo altercado: atacó a golpes a un entrenador de infantiles del Fulham por haber dejado afuera a su hijo.

Pero otras voces comenzaron a tomar relevancia, sobre todo cuando algunos detalles de la vida de Simmons se hicieron públicos. Los hinchas del United lo apoyaron. Nike lo puso como protagonista de una publicidad: Quiero disculparme por mis errores: el año pasado, en el 5-0 contra el City, solo anoté un gol”, bromeó frente a cámaras. Y hasta Ian Wright, leyenda del Arsenal, dijo que se sentía “celoso”. Es que no eran solo los goles lo que lo convertían en leyenda: era una patada voladora.

DE LA CANCHA A LA PANTALLA

El ex delantero sorprendió a los 54 años como protagonista de la serie “Recursos inhumanos”, un drama sobre el desempleo.

Su retiro del futbol le permitió dar el volantazo que lo acerco al arte sin más conservatorio dramático que una cancha.

Debutó en el cine en 1995 con “La alegría está en el campo” (Le bonheur est dans le pré). Más de uno creía que se trataba de un capricho, un antojo, algo pasajero. Pero Eric ya tiene más de una docena de películas y otra decena de participaciones en ficciones de TV. Desde entonces ha participado en títulos como Elizabeth (1998), L’Outremangeur (2003) y Buscando a Eric (2009, dirigida por Ken Loach). Además, ha sido la imagen publicitaria de Nike durante más de dos décadas.

Entre 2005 y 2011 fue el entrenador de la selección de fútbol playa de Francia, y desde 2011 hasta 2014 asumió la dirección deportiva del New York Cosmos tras su refundación.

Actuó junto a Cate Blanchett (en Elizabeth) y Monica Bellucci (Le deuxième souffle), fue admirado por Gerard Depardieu, Al Pacino y Robert De Niro, pero Eric no quiere ser Jean-Paul Belmondo, no tiene aires de Alain Delon. Lo dijo claramente en una entrevista otorgada a la revista Panenka: “No tengo ningún plan para mi carrera. Mis elecciones no son más artísticas o mejores que las de los demás, no tengo una filmografía ejemplar. Me he equivocado muchas veces, pero hago simplemente lo que tengo ganas de hacer. Yo no soy un intelectual, no veo el mundo de forma intelectual, lo que me interesa es la relación carnal”.

¿Por qué actúa, Don Eric? Alguna vez soltó esta definición mejor que si estuviera clavando un balón en el ángulo imposible: Actúo porque actuar es reencontrar algo primitivo. La espontaneidad, la despreocupación del niño. Aquello que el niño hace de forma natural, el adulto lucha por conseguirlo. Y eso es lo que intento”.

En 2003 interpretó al protagonista de L’Outremangeur, adaptación de un cómic escrito por Tonino Benacquista. Durante el rodaje conoció a la que sería su segunda esposa, Rachida Brakni, con la que contrajo matrimonio en 2007. A raíz de su interpretación del comisario Selena, Éric fue tomado en consideración para otros papeles, como el cortometraje Apporte-moi ton amour basado en la novela Bring me your love de Charles Bukowski, la readaptación de Hasta el último aliento (2007, Alain Corneau) y la teleserie Papillon noir (2008, Christian Faure).

En colaboración con el cineasta Ken Loach, fue coproductor en 2009 de Buscando a Eric. En esta película, el propio Cantona se interpreta a sí mismo para ayudar a un cartero de Mánchester (interpretado por Steve Evets, bajista de The Fall) a rehacer su vida. Buscando a Eric formó parte de la selección oficial del Festival de Cannes 2009 y obtuvo buenas críticas de la prensa especializada.

EL MILITANTE CANTONÁ

Protagonizó en 2010 una protesta organizada a través de las redes sociales contra el sistema bancario de reserva fraccionaria. En su opinión, provocar un pánico bancario era la mejor forma de denunciar los recortes en gasto social y la reforma de las pensiones del gobierno francés, motivados por la crisis económica que comenzó en 2008.

El video se hizo viral y el colectivo StopBanque organizó una retirada de depósitos para el 7 de diciembre a la que se apuntaron unas 27.000 personas, entre ellas el propio Éric. A pesar del éxito en redes sociales, la acción no tuvo repercusión alguna en las cuentas de las entidades. La entonces ministra de Economía de Francia, Christine Lagarde, criticó a los responsables de la protesta.

Dos años después, Cantona publicó una carta abierta en el diario Libération donde pedía a 500 alcaldes que se comprometieran con la Fundación Abbé Pierre para la construcción de viviendas sociales y la limitación del precio de los alquileres, pues a su juicio era inaceptable que haya gente hoy que tiene que hacer enormes sacrificios con la educación de sus hijos, a veces incluso con su salud, para tener un alojamiento”. La campaña coincidió con las elecciones presidenciales de Francia de 2012 y el hecho simbólico de pedir 500 firmas de cargos electos, cifra necesaria para presentarse a la presidencia, hizo que algunos medios de comunicación confundieran el propósito final del ex futbolista.

Cantona también ha mostrado su compromiso con la crisis migratoria en Europa provocada por la Guerra Civil en Siria, recordando que su abuelo materno fue un refugiado de la Guerra Civil Española. En ese sentido, se ha ofrecido voluntario para acoger a refugiados sirios en su casa de Marsella durante dos años, y ha reclamado una solución a todas las partes implicadas. Sus apariciones mediáticas van desde la provocación a la comedia: en 2016 grabó un video para el canal británico Eurosport en el que se postulaba como nuevo entrenador del seleccionado inglés, en reemplazo de Roy Hodgson. “CantoYes”, decía la pizarra que mostraba a cámara. “Prometo no perder nunca contra una pequeña isla helada en la que el portero es un realizador de cine y el asistente del seleccionador, dentista”, bromeó en relación a la derrota de Inglaterra (2-1) ante Islandia.

Éric Cantona ha sido la imagen de la firma deportiva estadounidense Nike durante más de dos décadas. A pesar de que el carácter díscolo afectó a su carrera deportiva, fue también una figura publicitaria muy atractiva para los anunciantes que querían incursionar en el fútbol británico. La marca deportiva se valió de esas controversias, incluyendo una broma en plena polémica sobre la patada al aficionado en Selhurst Park, para ganarse un hueco en el mercado. A nivel internacional, el anuncio más recordado es uno de 1996 en el que diversas estrellas vinculadas a Nike (como Paolo Maldini, Ronaldo y Patrick Kluivert) jugaban un partido contra demonios que querían conquistar el mundo; el francés marcaba el gol que salvaba a la humanidad.

Además, ha sido imagen publicitaria para Francia e Inglaterra de numerosas marcas como Sharp (patrocinador del Manchester United), Renault, L’Oreal, Pepsi y la cerveza Kronenbourg.

Cantona bien podría decir como Neruda: “confieso que he vivido”.


Leónidas Ceruti, destacado historiador, con decenas de libros y artículos de investigación dedicados a la clase obrera argentina. Fue jugador de fútbol y director técnico. Vive en Rosario, fanático de Newells Old Boys. A partir de hoy, se suma como colaborador de La Columna Vertebral para unir sus dos pasiones: Historia y Fútbol.
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