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Memoria

Otro mayo en 1928

Vaya esta columna en homenaje a todas las mujeres obreras asesinadas por luchar por mejores condiciones de trabajo. Recuerdo de otro mayo de lucha y sangre en Rosario, 1928.

Hoy les voy a contar otra historia de trabajadores y trabajadoras. Ocurrió también en mayo, pero en un mayo de casi cien años atrás, esa época de oro en la que los oligarcas argentinos tiraban manteca al techo en París y que tanto extraña nuestro presidende.

Ayer, como hoy, las exportaciones de granos y carne llenaban los bolsillos de los dueños de la tierra y sus amigos. No ocurría lo mismo, claro, con los trabajadores, cuyas condiciones laborales y salariales eran pésimas. Anarquistas de la FORA y obreros socialistas avanzaban con su sindicalización y las empresas agroexportadoras lanzaban una campaña, apoyada por la Asociación del Trabajo y la Liga Patriótica Argentina, para desplazar y despedir a los obreros que adhirieran al sindicato.

Desde el mes de abril, los obreros habían lanzado planes de lucha, con piquetes, manifestaciones y huelgas en la provincia de Santa Fe, gobernada por el Dr. Pedro Gómez Cello, y su jefe de policía, don Juan Cepeda. Tal como refiere Leónidas Ceruti: “En Rosario, las policías bravas estaban al servicio de los empresarios y de los caudillos de barrios, cada huelga obrera era vigilada y en varias ocasiones reprimidas, como en ese año cuando una concentración proletaria en la Plaza San Martín fue violentamente disuelta y apaleados sus dirigentes. Por ese y otros motivos el «Comité Pro Presos” dio a conocer un manifiesto que entre otras cosas señalaba «se pide se extirpe el régimen de torturas imperantes en la sección investigaciones de la Jefatura de Policía de Rosario, donde perdieron la salud y hasta la vida decenas de honrados trabajadores que no cometieron otro delito que expresar su finalidad ideológica en las tribunas públicas o en asambleas gremiales”.

Así las cosas, el 2 de mayo de 1928 se inicia una huelga de estibadores en el Puerto de Rosario. La medida fue casi espontánea y descolocó a los sindicatos. Los obreros de Villa Constitución se fueron sumando a la huelga y la agitación obrera llegaba a los oídos de los patrones quienes tomaban nota del atrevimiento de estos obreros impertinentes que pedían mejoras salariales -llevaban 5 años sin aumentos de sueldo- y condiciones laborales dignas. El movimiento de los portuarios tuvo un fuerte apoyo del Comité de Mujeres de Portuarios, quienes mejor que nadie conocían las paupérrimas condiciones de vida de sus familias, y también eran obreras porque se dedicaban a coser las bolsas de arpilleras para embolsar los cereales en el establecimiento Mancini.

El 8 de mayo de ese mismo año, 1928, Rosa Valdez y Luisa Lallana participaron de una jornada en apoyo a la huelga repartiendo volantes que decían: Compañeros, nadie mejor que nosotras debemos apoyar esta huelga hasta ver coronadas nuestros esfuerzos, nadie como nosotras que sentimos el dolor en carne propia al ver que nuestras compañeras están en este conflicto y que sufren moral y materialmente. Adelante compañeros y compañeras. A luchar hasta vencer, aunque para ello tengamos que sufrir.

Luisa Lallana tenía 18 años, era obrera portuaria y estaba afiliada a la FORA. Su hermano, estibador, participaba activamente de la huelga y estaba en la mira de la patronal. Por eso no dudó la joven Luisa en apoyar el movimiento de manera activa. Ante el clima de revuelta, se les prohibió a los hombres caminar por los alrededores del puerto. Allí fueron las mujeres. Hicieron un piquete en la entrada del puerto y difundieron a voz en cuello los motivos de la huelga. La idea era tratar de convencer a los llamados ‘carneros’ para que sean solidarios con su clase.

Los rompehuelgas estaban a la orden del día y muchos eran empleados directos de las cerealeras para enfrentar a los obreros anarquistas. Mientras Luisa Lallana repartía sus volantes y charlaba con los portuarios, un tal Juan Romero, matón de la empresa reclutado en Avellaneda, se enfrentó a la adolescente para que dejara de volantear. Ante su negativa le disparó un tiro en la frente. Claro que Romero no actuaba por cuenta propia, la prensa y los sindicatos señalaron a Tiberio Podestá, miembro de la Liga Patriótica, de ser el instigador del crímen.

Seis hora después, Luisa Lallana moría por culpa del certero disparo. Una ola de indignación recorrió la ciudad de Rosario. La FORA, el Partido Comunista y la Federación Obrera Local Rosarina llamaron a la huelga general para el día siguiente. Nadie trabajó esa jornada, los seis mil obreros portuarios, realizaron una manifestación imponente, que fue reprimida por la policía. Fue tal el miedo de la patronal que hicieron atracar en el puerto el explorador torpedero “Córdoba” y el cañonero “Independencia”, para reforzar la acción de la Subprefectura Marítima.

Hubo paro general en Rosario y un dolor profundo en la ciudadanía. La feroz represión que se encarnizó contra la manifestación de alrededor de 10.000 obreros acompañando el féretro de Luisa Lallana, asesinada a mansalva a los 18 años, hacia el cementerio La Piedad, empeoró los ánimos y logró la unidad de todo el movimiento obrero.

Durante el sepelio, el poeta Oscar Adolfo Parody le dedicó estas palabras:

«Â¡Caíste hermanita!
Caíste como caen los soldados valerosos..
Fuiste víctima del plomo homicida del krumiro»¦
de ese instrumento del capitalismo vil (…)
Liga Patriótica, nombre asqueroso
Nombre que escupo en este instante…
Tu eres el verdugo abominable de la indefensa
Compañera que expiro»

A casi cien años de los hechos, hoy se considera que aquella revuelta fue un hito en la historia de la clase trabajadora argentina. Tanta indiganción popular logró una verdadera victoria obrera: obtuvieron el aumento salarial reclamado y mejores condiciones de trabajo.

En ese momento, presidía el país Hipólito Yrigoyen, quien un año después de este episodio logró que se votara la Ley que reglamentaba la jornada laboral en 8 horas.

De esa manera, Luisa Lallana, se transformó para la prensa anarquista y de izquierda en una verdadera heroína y pasó a integrar la lista de mártires de la clase trabajadora de Rosario, que se había iniciado cuando fuera asesinado Cosme Budislavich, durante el conflicto que en 1901, llevaron adelante los obreros de la Refinería Argentina del Azúcar.

La única foto que se conoce de Luisa Lallana es la de una mujer que aparenta más años, con cara seria y algo triste, vestido a los tobillos y un claver en el ojal. La foto está borrosa, como borrosa quedó la memoria aunque su figura está creciendo en los últimos años con artículos e investigaciones universitarias.

Para Luisa y para vos y para mí, para ellas y nosotras, va esta musiquita de regalo porque todas tenemos algo que decir.

(Por Laura Giussani Constenla: emitido el 13 de abril de 2024, en La Columna Vertebral-Historias de Trabajadores, lunes de 18 a 20 hs por larz.com)

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Destacada

Feliz año nuevo mapuche

Este año Parques Nacionales prohibió hacer referencia a las festividades Wiñoy Xipantv, del pueblo mapuche. Así lo denuncia el CELS en un mensaje de twitter: “Parques Nacionales prohibió a sus equipos publicar mensajes sobre las festividades Wiñoy Xipantv, del pueblo mapuche, e Inti Raymi, de los pueblos andinos, lo que hasta ahora era una costumbre. El racismo institucional se expresa en este tipo de decisiones.”

En el calendario mapuche -al igual que otros pueblos andinos como Inti Raymi, quechua, Machaq Mara y Aymara-el año nevo comienza con el solsticio de invierno. Entre el 18 y el 24 de junio. La noche del 23 celebran las comunidades reuniéndose y compartiendo alimentos para darle la bienvenida a un nuevo período de prosperidad, respeto y tranquilidad.

Cuando sale el sol se dice Akui We Tripantu (llegó el nuevo año) o Wiñoi Tripantu (regresa la salida del sol) con el amanecer del día 24 de junio se inicia otro ciclo de vida en el mundo mapuche y en la madre tierra.

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Historias de trabajadores

Homenaje al Cura Barrendero secuestrado por la dictadura militar: “Unidad para vencer”

El viernes 14 de junio se llevó a cabo en la Parroquia “Inmaculado Corazón de María” de Constitución, una misa en memoria de Mauricio Silva, cura barrendero detenido y desaparecido en la última dictadura cívico-militar. La iglesia fue desbordada por la participación de vecinos, sindicatos, organismos de Derechos Humanos y sectores del movimiento ecuménico en una nueva demostración de unidad, lucha y memoria. Participaron del acto dirigentes sindicales como Pablo Moyano Secretario Adjunto de Camioneros y Cosecretario General de la CGT, Alberto Beto Vicenzi de la Unión Obrera Ladrillera y Lito Borello de la Unión de Trabajadores/as de la Economía Popular-UTEP.

La homilia estuvo a cargo de Gustavo Carrara, Obispo y Vicario Episcopal de la Pastoral de Villas de Emergencia:“Es una misa que recuerda, que hace memoria del Padre Mauricio Silva que fue un sacerdote que, para seguir a Jesús entre los más humildes, vio que en ese momento ser un trabajador barrendero era un modo de seguirlo, de estar cerca de los trabajadores.Eso es política en el sentido más genuino de la palabra”. El Padre Toto, Cura Villero de la Villa-21-24, también presente en el homenaje sostuvo: La unidad es clave para no dejarnos vencer, porque tenemos la fe, tenemos lo que Dios ha puesto en nuestros corazones, que somos hechos a su imagen y semejanza. El Bien le gana al Mal por eso de la mano de Dios, del Pueblo y de la Comunidad. Tenemos que seguir con los brazos en alto, y con el corazón también luchando por los que más sufren.”

FM Riachuelo realizó una amplia cobertura conversando con los presentes para poder revivir la figura de aquel Cura Barrendero que fue tan querido en el barrio. José Guernica, Secretario de la Rama de recolectores y barrido de CABA y Conurbano, recordó: “Fue una persona muy importante porque él empezó a luchar y a pedir por los derechos de los trabajadores. Sueldos como corresponde, indumentaria de trabajo, herramientas. Y bueno, aparentemente uno por reclamar lo que correspondía hacía un daño o perjuicio y querían silenciarlo. En todo ámbito siempre pasa que cuando uno reclama la Verdad tratan de callar o desaparecerlo, como en este caso a Mauricio Silva.”

Durante la misa dedicada al Padre Mauricio Silva, y a todas y todos los barrenderos en su día, la parroquia estaba colmada de trabajadores y trabajadoras de la Rama de la Recolección del Sindicato de Camioneros, junto a compañeras y compañeros de distintos sindicatos. Entre ellos, FM Riachuelo entrevistó a Carina Maloberti, Secretaria Gremial de ATE SENASA e integrante del Bloque Peronista en ATE:Estamos muy emocionados. Todavía tenemos en carne viva las heridas y broncas, los gases, los palazos, la represión tremenda que el pueblo humilde y trabajador sufrimos en la ultima movilización al Congreso; por lo menos aquellos sectores del Movimiento de Trabajadores que seguimos luchando por la dignidad de nuestro pueblo y por la soberanía de la Patria. Ver el salón de la misa lleno de todos los barrenderos, de todos los recolectores de residuos en su día y homenajeando al Padre Mauricio Silva, testimonio de dignidad de un pastor que huele a ovejas, de una iglesia abierta y en salida recibiendo al descarte que este sistema arroja a un costado, nos ratifica que vale la pena siempre, y en todos los tiempos, poner el cuerpo contra toda injusticia”. También agregó: Acá lo que se sintió es que está de pie la Patria. Se respira dignidad y nuestras resistencias porque no nos deshumanicen ni los vínculos en los sectores de trabajo, en las familias y ni en nuestros barrios. Frente a la deshumanización de ellos, plantamos la humanidad de esta solidaridad, de esta unidad. Acá el cura barrendero, el Padre Mauricio, hizo el milagro de unir lo que por arriba la dirigencia no puede juntar.”

Maira Yanequine, del Movimiento Misioneros de Francisco, de la Capilla Padre Luis de la Costa de Sarandí sumó su recuerdo: “La vida del compañero Mauricio Silva me conmovió porque gracias a su lucha los compañeros barrenderos hoy pueden tener su sindicato. Es un ejemplo a seguir para todos nosotros. Saber que con cada lucha, aunque queden algunos en el camino, vamos a vencer y vamos a llegar a lo que realmente queremos para el futuro de nuestros hijos y de nuestros compañeros.”

Inés, de la capilla Cristo obrero campesino, Misioneros de francisco de Máximo Paz, sumó a la reflexión y afirmó: «En el día del barrendero, los Misioneros de Francisco de Máximo Paz estamos presentes recordando al sacerdote Mauricio Silva, quien fue detenido y desaparecido por su compromiso con el Evangelio y con los que menos tienen. Esperando que esta historia no se vuelva a repetirante un gobierno que hoy nos reprime ante la libertad de expresión, acompañando al Pueblo, acompañando al trabajador, acompañando a ese barrendero que sale día a día a la calle a pelearla, a pelear por un plato de comida. Tomamos la palabra de Francisco de salir a la calle a Evangelizar a que el Pueblo sea unido, a que miremos y querramos un mundo mejor, siempre en armonía y ayudando a los que menos tienen.»

Trayendo a la memoria las luchas de los que nos precedieron, Lucas Pedró, Secretario de Culto de la UTEP y miembro del Movimiento Misioneros de Francisco, decía: “Por supuesto que cada generación tiene su lucha. Así como los compañeros que lucharon y entregaron su vida en los ’70, así como Maxi, Darío y el Oso también lo hicieron en los inicios del 2000, a nosotros nos toca esta lucha de hoy. La lucha contra esta avanzada del poder hegemónico, de las derechas ultra conservadoras, del deshumanismo, de ese sistema que no contempla la vida humana. Obviamente tenemos que estar a la altura de las circunstancias.” También destacó la importancia de la espiritualidad en los tiempos que se vienen: “Creemos que la fe es muy importante para la lucha. La fe nos da fuerza, nos une como Pueblo y nos da la esperanza. Si no tuviésemos la esperanza y la fe en la victoria, ¿para qué lucharíamos? De la misma manera que Cristo luchó por los excluidos, los humildes de su época, a nosotros nos toca hacer lo mismo. Estamos en ese camino.”

Entre los distintos sectores, se encontraban compañeros y compañeras de la Unión de Trabajadores de la Economía Popular (UTEP), quienes día a día luchan por construirse una vida digna por fuera del sistema que los excluyó. Nos encontramos con Lito Borello, Secretario de Derechos Humanos de la UTEP que decía: “Por un lado, en una iglesia llena de compañeras y compañeros donde había una fuertísima espiritualidad que daba realmente señales de un pueblo de pie. De un pueblo que al recordar a un curita tan importante como Mauricio, el cura barrendero, al recordar su lucha, su compromiso, su manera de estar como uno más de los trabajadores con sus hermanos, generaba una empatía con el momento que estamos viviendo. Si bien, esta misa se lleva adelante todos los años, este año al estar a 2 días de esta represión que desató esta tiranía dictatorial de Milei-Bullrich, de alguna manera era como recargar las baterías y reafirmarnos en que acá no se rinde nadie; en que vamos a seguir luchando, en que la PATRIA NO SE VENDE, y que nuestro Pueblo sigue con un alto grado de voluntad de lucha. Por lo tanto, esto cobra una significación superlativa. En un momento donde algunos se quieren encargar de bajarnos los brazos, de quebrar nuestra espiritualidad popular, de desgastar este ímpetu se tuvo el otro día en una jornada heroica de un pueblo que no se resigna a que nos saqueen, ni a que hambreen a nuestro pueblo.» Agradecido con la oportunidad del encuentro con otros, agregó: “Celebramos el encuentro en esta misa, celebramos la posibilidad de que este hecho nos siga dando fuerzas a todos, uniendo la fe y la lucha, la fe y la pelea cotidiana. Y, además, esta misa demuestra que por más que quieran venir con todo el aparato represivo del poder fáctico, que tiene como títeres a este gobierno de Milei-Bullrich; este Pueblo va a seguir peleando y reafirmando LUCHAR HASTA VENCER”.

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Archivo

“A Teresa la mató la policía”, por Hernán López Echagüe

El sábado 8 de junio, a los 89 años, falleció Miguel Rodríguez, el padre de Teresa Rodríguez, asesinada por una bala de la policía provincial en 1997 durante la represión de uno de los primeros piquetes contra el menemismo en Cutral Có, Neuquén. Sus padres lucharon toda la vida para obtener justicia. Murieron sin tenerla. Flor, su mamá, murió en el 2021. En este relato, las razones por las que fue asesinada Teresa Rodríguez quien se convirtió desde entonces en una bandera de lucha.

En su memoria, y la de todos los argentinos, Hernán López Echagüe comparte con el Archivo LCV un capítulo de su libro “La Política está en otra parte”.

Lunes 17

“El Cutralcazo fue fundamental”, me dice Juan al tiempo que, en vano, intenta sintonizar una estación de radio. “Podría decirse que muchos de los nuevos movimientos del país lo tomaron como ejemplo de lucha”. No sé cómo diablos agradecerle semejante gentileza; ha trabajado toda la noche, hasta las seis de la mañana, y ahora, las once ya, está a mi lado, garboso, lleno de energía, conduciéndome en su auto hacia Cutral-Có, ciudad que, suficiente fue anoche comentárselo al descuido, quería conocer, por su historia y con la idea de hacerme una escapada a la casa de los padres de Teresa Rodríguez. Pasamos por Plottier, luego Senillosa; la ruta es una infinita alameda de especies encumbradas y raquíticas tras la cual se extienden miles de manzanos quemados por la helada. Durante el viaje sólo hablamos acerca de las sucesivas puebladas que han signado la historia de los últimos años de la ciudad. El primer Cutralcazo, en junio de 1996, espontánea reacción de los pobladores que resolvieron ganar las calles enterados de que el gobernador Sapag pretendía derogar un acuerdo con la empresa canadiense Agrium para establecer una fábrica de fertilizantes; los piqueteros lograron no ya expulsar a los gendarmes, también la restitución de los servicios de gas y energía eléctrica a los desocupados y cientos de subsidios de desempleo. La pueblada de abril de 1997, cuando docentes, desocupados, estudiantes y coordinadoras de padres ocuparon las rutas y cortaron puentes a lo largo de tres días; la Gendarmería y la policía provincial, aleccionadas por la derrota anterior, acrecentaron de manera inaudita el número de la tropa y, no conformes con el desalojo de la ruta, irrumpieron en la ciudad a la caza de piqueteros; el pueblo no lo toleró; más de quince mil personas salieron de su hogar para hacer frente a la demencial invasión; al cabo de la indiscriminada represión, y más allá de decenas de heridos, en el asfalto de la ruta 17 quedó tendido el cuerpo de Teresa Rodríguez, mujer de veinticinco años, casada, tres hijos, empleada doméstica, víctima del balazo que le disparó un agente de la policía. De todas las semillas confiadas a la tierra, escribió Balzac, la que mayores y más poderosos frutos rinde es la sangre vertida por los mártires. El asesinato de Teresa Rodríguez ha sido un cabal ejemplo, pues el simple grito de su nombre, no sólo en Cutral-Có, sino en todos los cantos del país, adquirió una magnitud impensada.

En el acceso a Plaza Huincul me distrae la figura de un colosal dinosaurio, verdadera mole construída con varillas de hierro. Al pie, un gran cartel: “Plaza Huincul, cuna del dinosaurio más grande del mundo”. Veinte kilómetros más adelante, llegando a la plaza central de Cutral-Có, nos encontramos con Albino Tricanao, militante de Izquierda Unida que ha vivido la cruda experiencia del Cutralcazo y forma parte de un MTD. Innecesario es que refiera su ascendencia mapuche; el pelo azabache, liso y brillante, el tono de su voz y los rasgos de su cara se encargan de comunicármelo. Le sorprende mi visita. “Después de la pueblada vinieron todos. Hebe de Bonafini, los partidos de izquierda, todos; ahora es como que no hay nadie, se han olvidado, y la desocupación ya alcanza a doce mil personas, hay mucha bronca contenida, porque además hay cientos de procesados; cada dos semanas me citan a los tribunales, por atentado a la autoridad en una, otra por no dejar desenvolver normalmente el funcionamiento del municipio; me han allanado la casa, pero nunca me han detenido”. Albino tiene 33 años, diez hermanos, y nació en una familia de “crianceros”, es decir, gente que se ocupa de la cría de animales en el campo; con amargura cuenta que de la cultura mapuche a sus padres sólo les ha quedado la sabiduría para el telar. “Al menos tengo el apellido, que significa `caminante´, y buen honor le hago”. Al igual que Mosconi, Cutral-Có y Plaza Huincul son pueblos que florecieron, y posteriormente se difuminaron, a la sombra de YPF, razón por la cual todos los jóvenes cursaban estudios en escuelas técnicas, como Albino lo hizo, con la esperanza de conseguir empleo en la empresa todavía estatal. “La privatización acabó con todo, el éxodo de gente fue grande, la desocupación increíble. Fueron los años en que el Movimiento Popular Neuquino se dedicó más que nunca al clientelismo. ¿Vos querías una vivienda? Tenías que afiliarte. ¿Querías entrar al municipio, tener un empleo público? Tenías que afiliarte”. No le guarda respeto a político alguno, y, como personajes de la historia que algún tipo de influjo han tenido en su formación, menciona, con gravedad, a Marx, Freud, el Che y Piaget. “Son hombres que han pegado su ladrillo en la pared que nos sirve a nosotros para agarrarnos y ver qué hay del otro lado del muro”, dice y entonces lo asalta la exaltación. “En el país no hay una dirección que capitalice el descontento; hay que romper los sectarismos, no tenemos que delegar el poder a nadie, tenemos que hacerlo nosotros, como ha hecho Zanon; hay que amasar el pan con las propias manos. Hoy la gente empieza a decir: dame la harina que lo voy a hacer yo. La dinámica del 19 y 20 de diciembre no se detuvo, no es una foto, continúa, estamos construyendo, y nos tropezamos, y nos caemos, pero seguimos”. Juan nos interrumpe con elegancia; está preocupado, se ha hecho tarde, debe regresar a Neuquén en dos horas. Albino, el caminante, se ofrece para guiarnos hasta la casa de los padres de Teresa Rodríguez.

Miguel y Sol, los padres de Teresa Rodríguez

Don Miguel Segundo Rodríguez nos atiende en la puerta de su casa, una construcción pequeña e inconclusa; es un hombre entrado en años, de mediana estatura, cuerpo huesudo y magro. Al parecer, hemos llegado en el momento oportuno; acaba de almorzar, todavía no se había echado a siestear, de modo que le resultará un placer conversar con nosotros. Nos sentamos a una mesa de la cocina, donde aún persiste un espeso aroma a salsa de tomates, acaso guiso de carne; en una de las paredes laterales hay un gran retrato de Teresa, y en la habitación lindera veo uno de Che Guevara. Quiere saber qué estamos haciendo por allí. Le cuento brevemente el proyecto del libro, lo hago con recato pues temo que esté harto de visitas y por tanto me mande al demonio. No. Sonríe, casi gratificado; justamente anda ofendido con el periodismo porque han dejado de investigar el asesinato de su hija. “Hicieron puro amarillismo, pero yo sigo, no voy a parar hasta aclararlo”. Arrima la cabeza, acortando la distancia con mi oreja: “Podemos hablar claro, ¿no? Porque imagino que acá somos todos compañeros. Bueno, esta justicia no existe. No hacen nada. El poder, ese señor Sobisch esconde todo. A Teresa la mató un policía, y ya me le estoy acercando. Esa gente, el poder, se cree intocable, y yo voy a seguir hasta tocarlos”. Las palabras han sonado con férrea convicción; su fuerza de ánimo es mayúscula. De repente entra la mujer, una señora de semblante satinado y mirada cálida, con un album de fotografías que apoya en la mesa. “Muchas felicidades”, nos dice mientras da un rodeo por la mesa para besarnos a cada uno en la mejilla. “No sé si son padres, pero igual no les pregunto porque por ahí son y no lo saben”. Don Miguel suelta una risotada. “Cierto, me había olvidado”, dice. “Hoy festejé como siempre; comí fideos, vinieron todos mis nietos, estuve con Teresa”. Enseguida nos cuenta que su vida, luego del asesinato de su hija, cambió por completo; antes era un hombre huraño, callado, poco afecto a la charla con los vecinos. “Ahora no, voy y vengo, hablo con uno y con otro, organizo actividades en el barrio, si me llaman de Buenos Aires para algo, voy sin problema, siempre que me paguen el pasaje, claro”. Nos entrega el volante de un taller de teatro popular llamado “Tren-Ten”. “Esto lo organizamos con mi señora, es un homenaje para Teresa”. La mujer, que se ha quedado parada a sus espaldas, los brazos cruzados sobre el pecho, asiente con satisfacción. “Ya no me gusta la gente que no se mete, la gente que no se preocupa por el prójimo”, continúa don Miguel, la vista clavada en una vieja fotografía de Teresa adolescente, una hermosa muchacha de ojos redondos, “porque esto lo arreglamos entre todos los que somos compañeros o no lo arregla ni Dios”. Nuestra visita, pese a mi presagio, lejos de importunarlo le ha causado una inocultable alegría que no está en sus planes echar por tierra. Vamos, quédense a tomar unos mates, media horita más, dice una y otra vez. No, no podemos, nos encantaría, se lo agradecemos profundamente, pero debemos irnos. Nos acompaña hasta el auto. Me palmea el hombro: “Póngalo en su libro, ponga que no voy a parar hasta tocarlos donde más les duele”. Me toma del antebrazo: “Ah, y espero que me traiga un libro, porque las cosas están difíciles”.

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