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Opinión

¿Sabés qué pagás cuando pagás el monotributo?, por Laura Giussani Constenla

En pleno auge del menemismo, al buen Cavallo se le ocurrió una idea genial. Quizás una epifanía, de esas revelaciones que surgen a partir de un hecho pequeño y fortuito: bastaba ver toda esa gente que trabajaba de manera informal, un plomero o un músico, lo mismo da. Con una lógica inapelable pensó: ellos cobran por ésto, obtienen una ganacia. ¿cómo entran en el esquema fiscal? Así fue que encontró el modo para cobrarles un impuesto. Para el ministro de economía los matices existenciales no existían. Si ganaba algo y no estaba en relación de dependencia qué era? ¿un empresario? No, claro que no, pero dentro del sistema estaban de igual modo: producían algo y cobraban por lo que producían. Cavallo era un demente de la lógica. Le puso un nombre al difuso individuo fiscal: ‘trabajador autónomo’.

Luego se fue sofisticando y ahora todos somos ‘monotributistas’, lo de trabajador se dejó de usar, o de pensar. Ahora somos ‘pequeños contribuyentes’, algo así como un ‘entrepreneur’. Una paquetería.

¿Qué es un monotributo? La AFIP lo define así: “Es un sistema para que los pequeños contribuyentes puedan pagar sus impuestos y sus aportes jubilatorios” .

La definición es una verdadera trampa del lenguaje, una joya de significados equívocos. No se trata de un ‘impuesto’, si no de un ‘sistema para que puedas pagar tus impuestos’. En lugar de insultar, hay que agradecerles la gentileza de haber creado este monstruo para sacarnos la poca plata que tenemos.

Sigamos con la definición: “ Tiene dos partes: una impositiva y otra previsional: Con la parte impositiva, pagás impuestos. Con la parte previsional, pagás aportes jubilatorios y obra social.”

En su momento se lo presentó como algo diferente y buenísimo -ideal para descontracturarse-, matabas muchos pájaros de un tiro. Pagabas dos impuestos al mismo tiempo evitándote engorrosos trámites: el impuesto a las ganancias ¿qué ganancias? Bueno, hombre, ese es problema suyo, póngase un poco las pilas. Y como usted produce, es de imaginar que fabrica productos, y los productos qué pagan? IVA. No se me haga el zonzo, o acaso tampoco quiere pagar el IVA?. IVA, Impuesto al Valor Agregado, o me va a decir que usted no le agrega un poquitito de valor a lo que hace?

En definitiva: cuando pagas el monotributo pagas un impuesto a las Ganancias y el IVA.

Cavallo solía explicar estas incongruencias en la televisión, con sus inmensos ojos celestes que no pestañaban y la pelada brillante, con una verba convincente. Hipnotizaba al espectador con su lógica. Era difícil darse cuenta que de lógica entendía pero de realidad no, así que todo partía de una mirada errada del pobre tipito fiscal.

Como ya se dijo, el monotributo no solo tiene la parte fiscal, también la previsional. Porque Cavallo era un hombre justo de toda justicia y sabía que nadie en el país debía estar desprotegido, todo trabajador debía tener una obra social, y el derecho a una jubilación. Sí, sí, es una conquista adquirida, el Estado debe velar para que esa conquista se cumpla. Bien ¿quien tiene que pagar ese derecho? Y, usted m’hijo, o acaso no es autónomo? Si eligió no tener jefe ni sindicato, problema suyo.

El pobre tipito fiscal que alguna vez fue plomero pudo convertirse en el que te vende el chori en las marchas y si tiene suerte consigue un laburo en el estado, finalmente, consigue un jefe. Pero no, nunca dejará de ser un pobre tipito fiscal.

El sistema creado por Cavallo es a todas luces inadmisible, ridículo de toda ridiculez. Sin embargo, ningún gobierno posterior lo derogó. Es más, lo empeoraron sensiblemente desde el punto de vista existencial.

Antes, al nacer, te daban una cédula de identidad. Allí estaba tu foto, el día en que llegaste al mundo, tu mamá y tu papá. Eras una persona y tenías nombre y apellido.

Ahora no nacés solo como una persona con identidad propia, con nombre y apellido, con mamá y papá, ahora también tenés tu documento fiscal. A los siete días ya te dan tu número. Los años dirán si sos cuit, cuil, o sociedad anónima pero que vas a pagar, vas a pagar. Casi que parece un impuesto al nacimiento, o la marginalidad. Vos elegís. El aire es libre.

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Una biblioteca de miles de vidas, por Federico Lorenz

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(Tomado de facebook del autor con su autorización)

Foto de portada: AFP

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¿Cuál es la luz al final del tunel?, por Rodolfo Nadra

Estamos en el comienzo del final. Todo indica que hemos entrado en el ocaso terminal de un ensayo absurdo, cruel y despiadado, denominado “anarcocapitalismo”. Eso significa la descomposición y el salto de calidad en el estallido de contradicciones . Creo que son algunos pocos, pero suficientes, los indicios que existen. El proceso puede ser más corto o más largo, pero es irreversible. Más que indicios hay hechos, y muy graves, en el plano nacional y hacia el exterior. Basta con prender el televisor, escuchar la radio o navegar por Internet. Veamos algunos, sólo algunos: la ex periodista Marcela Pagano internada por el estrés que le provocó el apriete de Martín Menem y otros legisladores de LLA, incluídas amenazas a los laburantes de su despacho (se están matando entre ellos hace rato), para obligarla a renunciar a su elección como Presidenta de la Comisión de Juicio Politico; la Bullrich teniendo que pedir disculpas al gobierno de Chile por irse de boca y decir, entre otras barbaridades, que Hizbulá opera en el norte de Chile; sospechas ciertas de que Milei está paranoico y tal vez en pánico por miedo a un atentado (“si me subía a ese avión en Dinamarca era boleta”, le habría dicho a alguien muy cercano, un disparate, además de ofensivo para el gobierno socialdemócrata de ese pais) y se anunció oficialmente que dejará de volar en aviones de línea por seguridad.

La Libertad Avanza se convierte cada vez más en un burdel mientras no logra cerrar acuerdos firmes con los gobernadores y la oposición dialoguista para que le voten la nueva Ley Combi; el país todo es atravesado por un estado de estupor (por ahora pacifico) por la brutal embestida contra los trabajadores y los jubilados con la disparada de precios y el tarifazo impagable que lleva a miles de Pymes a la quiebra y suma a millones a la pobreza. El martes se juntan en una movilización nacional, que promete ser contundente, por primera vez desde el Cordobazo, los sindicatos y los universitarios (estudiantes, docentes y no docentes) ante el gravisimo desfinanciamiento (en las facultades ya se funciona a media luz, se dan clases abiertas en las calles y el presupuesto de todo el año no da para más de un par de meses); la UOCRA declaró el estado de alerta y amenaza con un parate total si no se aprueba su paritara; hay prevista una gran movilización para el primero de mayo y un paro general para el 9 de ese mes; en la mayoría de los grandes municipios del conurbano la situación se ha vuelto invivible (transportes impagables, suspensión total del suministro a los comedores, desocupación creciente, etc.) Y, con más razón, en las provincias del norte del país donde los “rebusques” de changas son más difíciles. Todo esto, y mucho más, en el marco de una crisis terminal en la viabilidad del “modelo” económico sujeto al Dios Mercado, como un golpe al corazón de toda la filosofía de Milei: se comenzó poniéndole tope a las paritarias y ahora (con encuestas en la mano que muestran los crecientes “peros” a la esperanza en su base de votantes) se le declara la guerra a las prepagas por haberse cartelizado y se ordena (más dirigismo y regulación no se consigue) que retotraigan sus cuotas a diciembre, apliquen el IPC para los aumentos y devuelvan la plata cobrada de más. Se trata del comienzo de un caos al interior de la medicina prepara (¿quien les ordena, o no, a sus prestadoras que también retrotraigan los precios?) y hacia el resto de la economía. ¿También le ordenarán a los supermercados que retrotraigan los precios?. No lo parece.

¿Cómo se retoma el eje y la coherencia cuando el rumbo se derrumba? La pobreza explota y el proyecto gubernamental hace agua por todos lados y no cierra ni a palos, mientras la furia en las calles todavía no llegó pero parece inevitable. Sólo se trata de tiempo, un tiempo que Milei sólo usa para pelearse e insultar a todos: enemigos y adversarios, pero también contra sus aliados políticos y hasta la propia tropa. Tarde intentan congraciarse con la clase media que, al igual que los sectores más postergados, son atacados en sus bolsillos, su salud, su educación y su calidad de vida. Siempre para abajo, estés en la escala social que estés. Y no es un problema de política económica y social corregible; está en la génesis de un modelo absurdo e inviable de destrucción y remate del Estado, entrega y extranjerizacion del territorio y sus recursos, pulverizacion del tejido social y de la convivencia civilizada mínima, algo insoportable también para el elemental despliegue del sistema capitalista.

Ahora bien, ¿tiene el campo popular una dirección política que le permita no ya encabezar sino apenas encauzar este proceso? Definitivamente no y es la tarea pendiente, motivo seguramente de un análisis más ambicioso que estas lineas descriptivas. Por eso todo es más angustiante y preocupante. No hay aún luz al final del túnel. Pero el túnel ahí está.

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Variaciones sobre el miedo y los mieditos, por Hernán López Echagüe

Me causa miedo el miedo que le tengo a todos los retóricos y engañosos mieditos que el miedo colosal, ese de mil patas, echa a rodar por todas partes. El miedo ha sido siempre el nervio motor de la historia, ha marcado los pasos de las sociedades. Bien lo saben los católicos apostólicos romanos. Miedo al infierno, a la muerte, a la enfermedad, a la pobreza, al castigo, al dolor. Mete miedo el miedo.

No hay, sin embargo, peor miedo que ese sórdido miedito al miedo que provoca la cosa de disentir, de conversar. De escuchar.

La prudencia, es decir, la templanza, la cautela, suele obrar a la manera de advertencia ante situaciones que, presuntamente, son dignas de temer. Desde el interior, la prudencia nos susurra al oído: “No, mejor permanecer quieto, no abrir la boca, detener la respiración, alejarse …”

Hoy impera una sombría prudencia, fundada en un océano de mieditos fraguados, que conduce a la inercia y a la quietud, al silencio y al encierro, al aislamiento y al desdén. Prudencia triste, y, por sobre todas las cosas, imprudente. La existencia, condenada a mascullar palabras anodinas entre cuatro paredes. Miedito al vozarrón del dueño del miedo. Ese asunto de temerle a la palabra, al desacuerdo.

Y entonces el miedo al miedo, en una trabazón fantasmagórica, alumbra un miedito tras el otro. Del temor al infierno, a la muerte, a la enfermedad, a la vejez, al dolor, a la soledad, a la guerra, empiezan a nacer muchos mieditos que, cuando atacan en tropel, sumergen al hombre en un estado cataléptico. Océano de mieditos en el que navega, a sus anchas, el miedo abismal. El miedo a ser. O sea, la loca rutina de limitarse a estar, a permanecer.

Cambian los nombres de los dueños del miedo. Pero la esencia del miedo, y su propósito, el descalabro de la identidad, el sometimiento al hábito de someterse y vivir como en rebaño taciturno, continúan intactos. Pena que los mieditos jamás se le rebelan al miedo. Quizá lograran despojarlo de un par de patas, y entonces el miedo comenzaría a perder algo de garbo y equilibrio, y, con el correr del tiempo, quizá acabaría desmoronándose.

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